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Un secuestro, ¿qué lección deja?

Un secuestro, ¿qué lección deja?

Columnas domingo 27 de abril de 2025 - 22:28

Me quedé fría cuando supe que mientras yo disfrutaba de unas vacaciones –el 29 de noviembre de 2016– un hombre había sido secuestrado en la ciudad de Puebla.

En ese año fueron consumados mil 383 secuestros en nuestro país, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

Conocí al empresario Alberto de la Fuente en una entrevista para Oro Noticias.

Su caso fue de alto impacto en la historia del secuestro en México.

Fue el segundo plagio más largo: 290 días.

Tras dejar a su hijo en la escuela fue levantado por un comando a plena luz del día.

El infierno vendría en consecuencia.

Fue metido en una pequeña habitación prefabricada por sus captores.

En su tercer día, le confirmaron que no había sido una confusión.

En una hoja impresa leyó: “Señor Alberto, esto es un secuestro, no es un asunto personal”.

Ni siquiera ese día pudo hablar con los delincuentes y durante casi un año permaneció desconectado del mundo exterior.

Me dijo que su mayor miedo era ser torturado o asesinado.

Su peor ansiedad era pensar que su familia corría el mismo peligro.

Nunca pudo estar en silencio. La música estridente fue su castigo psicológico.

Tuvo noción del tiempo cuando enviaron a su casa una fotografía de él como prueba de vida, casi siete meses después.

Uno de esos tantos días perdió “el privilegio” de tener un colchón.

Su cuerpo desnudo durmió en el piso.

De tres alimentos diarios solo recibió una ración. Bajó 25 kilos de peso.

A sus manos llegaron novelas de horror para provocarle pesadillas.

Tenía prohibido enojarse, gritar y patear la caja.

Decidió aplicar la tesis del alcohólico en recuperación: “Solo por hoy”.

Pero ¿qué hizo Alberto para no volverse loco o suicidarse?

Jamás renunció al anhelo de volver a abrazar a sus padres, a su esposa e hijos.

Me dijo que hubo un elemento que encontró en la caja: su amor propio.

Nunca buscó venganza, la oración fue su salvamento y paso a paso liberó la atadura física porque siempre defendió su conexión emocional con él mismo, su familia y con Dios.

La única vez que sus secuestradores lo rasuraron fue el día de su liberación.

El rescate fue pagado por su familia.

De sus captores nunca supo más.

Ahora que está próximo a presentarse en la Feria del Libro en Bogotá, Colombia – este 2 de mayo– me permití retomar su relato.

Su historia me cimbró el corazón al reflejar una extraordinaria capacidad de resiliencia cuando hasta en el momento más oscuro de la vida, no todo está perdido.

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/CR

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