La conmemoración de la Batalla de Puebla sirve, desde muchos años atrás, como un escaparate en donde se exhibe la relación entre presidentes y gobernadores, entre desplantes y desaires, o espaldarazos políticos.
Nunca existió “química”, si puede decirse así, entre Manuel Bartlett Díaz como gobernador del estado y el presidente Ernesto Zedillo. Siempre transitó de forma distante, fría, llena de desencuentros.
En las visitas de Zedillo para presidir el desfile del 5 de mayo hubo hiel.
El ex presidente siempre actuó parco, alejado del mandatario estatal —no necesariamente en un sentido literal.
Melquiades Morales es probablemente uno de los mandatarios que menos líos tuvo con los presidentes para estos momentos de convivencia, ni siquiera con Vicente Fox Quesada, el primer mandatario emanado de la oposición.
No ocurrió lo mismo en el caso de Mario Marín. Si un gobernante enfrentó un desplante fue Marín.
Felipe Calderón en su visita a la conmemoración de la Batalla de Puebla del 2007, propinó un duro golpe al mandatario estatal.
Simplemente llegó, atestiguó el paso del contingente militar, se levantó y se fue.
Al paso del tiempo aún hay personas que critican al panista al asegurar que se trató de un desaire a la sociedad poblana; me parece todo lo contrario, un revés de Calderón a Marín.
Es cierto que en la campaña del 2006 existió un acuerdo político de la mayor parte de los gobernadores priistas, entre ellos el de Puebla, aunque eso no modificó ni desapareció la antipatía que Calderón sentía por el poblano.
El 5 de mayo de 2012 Rafael Moreno Valle Rosas vivió uno de sus mejores momentos políticos.
Cobijado por Calderón inauguró obras viales como el paso elevado de la Calzada Zaragoza, la remodelación de toda la Zona Cívica y Cultural 5 de Mayo, y una conmemoración como pocas.
No ocurrió así con Enrique Peña Nieto, al menos no en los primeros dos años de coincidencia uno como gobernador y el otro como presidente de México.
En el 2013 el mexiquense dejó frío a Moreno Valle. No se sentó junto a él, no le dirigió la mirada y, apenas, intercambiaron un par de comentarios.
Posiblemente uno de los momentos más fríos entre un gobernante poblano y un presidente en turno.
Un par de años después mejoró la relación por intervención del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a tal punto de que Peña Nieto tenía más intercomunicación con Moreno Valle que los priistas, pero aquel momento pasó a la historia.
Antonio Gali Fayad quedó lejos de protagonizar un episodio político de esa naturaleza, para bien o para mal.
Hasta que Miguel Barbosa recibió respaldo y Sergio Salomón Céspedes camaradería, ambos de parte del primer presidente de izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
Hay teorías conspirativas que afirmaron en su tiempo que el tabasqueño hizo menos a Barbosa, no estoy de acuerdo con esos análisis.
El gobernador Alejandro Armenta anunció ayer que la presidenta Claudia Sheinbaum encabezará el desfile el próximo 5 de mayo, aunque a diferencia de otros momentos, puede vaticinar la demostración de una relación de cordialidad entre ambos.
CAJA NEGRA
¿Quién utilizaría el desfile para propósitos político-electorales?
Respuestas de nombres, partidos y agrupaciones hay de sobra y en la edición por venir no será la excepción.
Las y los aspirantes a cargos dentro del Poder Judicial de la Federación preparan su estrategia de promoción en calle, al pie de la ruta del desfile y no encontrarán otra opción mejor.
Saben bien que se trata de un enorme escaparate y entre quedarse en casa o salir a convencer a la gente, la segunda alternativa será mil veces mejor, para repartir volantes o simplemente para saludar a las y los poblanos y pedirles su voto.
A diferencia de los políticos, quienes aspiran a un juzgado o magistratura no poseen otra forma de promoción —que no sean las redes sociales–.