El escritor peruano y Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, brilló por sus grandes obras como “La ciudad y los perros”, “La fiesta del chivo”, “La tía julia y el escribidor” y “Cinco esquinas”, entre muchas otras más.
Pero más allá de su genialidad con la prosa, no podemos pasar por alto la reflexión política que hizo en la década de los 90 a finales del siglo XX, en donde acuñó la frase que dibujó de pies a cabeza a nuestro sistema político: “México es la dictadura perfecta”.
Detectó en el partido único, el PRI, un mecanismo singular para mantener el poder no en un solo hombre, como él mismo planteó, sino en un organismo que supo establecer reglas no escritas que permitieron ocupar la presidencia durante 80 años.
Otro elemento clave del poder en el país, indiscutiblemente, la simulación del proceso electoral; convocar a los ciudadanos a las urnas para que todo siguiera igual.
La muerte de Vargas Llosa trajo de vuelta esas emblemáticas palabras porque reflejaban la realidad política de México.
El escritor, que en su pensamiento político era crítico con los regímenes populistas de izquierda —particularmente– así como la voracidad de perfiles como el de Alberto Fujimori que tanto daño hizo a Perú, no pasó por alto los riesgos de las naciones latinoamericanas.
En distintos foros y a través de su columna “Piedra de Toque” —publicada por grandes diarios iberoamericanos— en un momento del 2018 advirtió sobre el arribo al poder de personajes con traje de caudillos como, entonces, estaba por ocurrir en México con Andrés Manuel López Obrador. Y parecía no equivocarse.
La visión política de Vargas Llosa quien una vez calificó a la política mexicana como la dictadura perfecta, no estaba alejada de dibujar al Lopezobradorismo como un populismo de cuidado.
Al paso del sexenio de López Obrador, el desmantelamiento de instituciones, la desproporcionada militarización del país, las ocurrencias en lugar de las políticas públicas y el ataque directo al Poder Judicial son esas acciones que alertó el Nobel en más de una ocasión.
En el libro “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, del que redactó la presentación, profundiza sobre las deficiencias políticas de la región y los perfiles que asumen posiciones de poder y terminan por deteriorar a sus países en el sentido político, dañando las libertades y de paso afectando lo económico y social.
Hoy México se acerca más a ese país que pintó Vargas Llosa que a un sistema democrático en plenitud, la diferencia es que Morena heredó del PRD el ADN de la indisciplina a través de tantas expresiones políticas —que antes se identificaban como tribus–, lo que quizá lo distinga de esa dictadura.
CAJA NEGRA
La elección de integrantes del Poder Judicial comenzó a mostrar un matiz de máxima publicidad. Ahora de todas partes quieren convocar a las y los ciudadanos a que acudan a emitir su voto, cuando a todas luces esa era responsabilidad exclusiva del INE, trastocada por el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
De esos casos políticos que Mario Vargas Llosa criticó duramente a lo largo de los años.
Hay una necesidad por convencer a la sociedad de que acudan a las urnas debido a que en el ambiente impera un ánimo de desinterés.
No es una contienda atractiva porque, a diferencia de cuando se elige la Presidencia, gobernadores o alcaldes, aquí no hay beneficios claros y directos para los electores. Se ofrece un mejor sistema de justicia, pero en un sentido abstracto.
Un ejercicio que pasará a la historia más por sus negativos que por sus aspectos positivos.