El Papado de Jorge Mario Bergoglio inició en 2013, dejando una huella profunda en la Iglesia Católica y el mundo. Su enfoque en la humildad y la justicia social lo ha convertido en una figura transformadora.
Desde el principio, el Papa rompió con las tradiciones más formales, optando por una vida austera y un estilo pastoral cercano. Su énfasis en los pobres y marginados, marcó un hito al vincular la fe con la defensa del medio ambiente, instando a una acción global contra el cambio climático. Además, abrió un debate sobre la inclusión de los divorciados y las familias no tradicionales, promoviendo una Iglesia más acogedora.
El Papa Francisco también enfrentó críticas. Su postura progresista en temas sociales generó resistencia entre sectores conservadores, mientras que algunos consideran que sus reformas estructurales, como la lucha contra la corrupción en la Curia o el manejo de los casos de abuso sexual, han sido insuficientes. Sin embargo, su diplomacia global, incluyendo su papel en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, y su defensa de los migrantes, han consolidado su legado como un líder moral en un mundo polarizado.
A medida que el Cónclave se aproxima, el próximo Papa enfrentará retos significativos. Primero, deberá equilibrar las tensiones entre las alas progresista y conservadora de la Iglesia. También el nuevo pontífice deberá abordar con firmeza los escándalos de abuso sexual, fortaleciendo medidas de prevención y transparencia para restaurar la confianza. Así como la crisis climática y las desigualdades sociales requerirán un liderazgo que continúe el compromiso de Francisco con la justicia global.
Además, la elección del próximo Papa será crucial en términos geográficos y culturales. ¿Será un líder de África o Asia, reflejando el crecimiento del catolicismo en el Sur Global, o un europeo que mantenga la tradición?
El legado de Francisco es un llamado a una Iglesia más humana y comprometida con los desafíos contemporáneos. Su sucesor en 2025 heredará la tarea de consolidar estas reformas, sanar divisiones internas y guiar a los fieles en un mundo en rápida transformación, manteniendo la unidad y la misión evangelizadora de la Iglesia con una sociedad moderna del siglo XXI donde la tecnología es un pilar fundamental.