Es de sentido común entender que la incorporación de Andrés Manuel López Beltrán como secretario de Organización de Morena no sólo obedece a una simple vocación política o a una ambición personal, sino a un plan bien estructurado de futuro.
El nombre del presidente, como marca política, posee hoy en día un alto valor —más allá de las críticas de la oposición— y el aún mandatario federal no lo va a tirar a la basura ahora que se retire a su finca.
De ahí que encontró en su propio hijo como la mejor opción para entregar su legado.
López Beltrán formaliza una actividad que ya venía desempeñando de manera informal y su labor será mantener uno de los principios del movimiento de la 4T: conservar la base de simpatizantes que ha otorgado dos triunfos electorales presidenciales, el de 2018 y el de 2024.
Su nombramiento es vital, porque será su bandera para convencer a la base de que todo sigue igual como si estuviera su padre.
De entrada, cuando llegue a una reunión y lo presenten como Andrés Manuel López, ya habrá ganado la confianza de su público, porque en el papel representa lo que siempre enarboló el fundador del partido.
Si en 2027 compite por un puesto de elección popular no sería nada extraño; el nombre que posee una vez más en la boleta podría significar altas posibilidades de triunfo, incluso si decidiera ir una vez más a las urnas en el 2030.
La posibilidad de que en seis años sea candidato presidencial aún está lejos, pero nadie debe descartarlo, no porque lo haya dicho Félix Salgado Macedonio, sino porque el “nombre” es la mejor estrategia de propaganda política para una campaña.
En un rápido ejercicio de futurismo político, y conforme al comportamiento político-electoral en la Ciudad de México, una vez que la izquierda asumió el poder no lo volvió a soltar.
Y así el mando pasó de Cuauhtémoc Cárdenas a Andrés Manuel López Obrador, luego Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, pasando por Claudia Sheinbaum y, recientemente, el triunfo de Clara Brugada. Esa podría ser la suerte a nivel federal, y más si en la escena política retumba otra vez el nombre de AMLO en la figura de su hijo.
Por ahora, Sheinbaum es quien ostentará el poder en el país y su principal reto será la gobernabilidad con la estructura que le hereda su jefe político, lo demás se verá conforme al paso del tiempo.
CAJA NEGRA
El gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina y el mandatario electo, Alejandro Armenta, iniciaron el proceso de transición de cara al cambio de gobierno que será a mediados de diciembre y, como ellos mismos lo adelantaron, se prevé cordialidad total.
No hay motivo para pensar otro escenario, porque el titular del Ejecutivo en funciones no escatimó en incluir a quien será su sucesor en diferentes actividades, para demostrar unidad política, el sello de la administración saliente.
Por otra parte, Armenta ha respetado de principio a fin la figura del gobernador, dándole su lugar.
Así que las y los colaboradores de ambos perfiles tendrán que trabajar como lo harían sus jefes, y si así ocurre, no hay duda de que redundará en beneficios políticos para el estado.