No existe una sola calificadora de prestigio que no proyecte una recesión económica en Estados Unidos para este 2025, producto de la respuesta internacional de 180 países a la guerra arancelaria del señor Donald Trump, quien espera recabar 600 mil millones de dólares anuales, cerca del 2 por ciento del PIB actual, a cambio de mezclar los ingredientes más obscuros del neoproteccionismo con los más conocidos del neoliberalismo, cambiando para siempre la fachada del sistema económico mundial.
Desde luego, detrás de las tarifas arancelarias de Trump, no hay otra cosa más que impuestos indirectos al consumidor. Según cálculos del Laboratorio de Presupuesto de la Universidad de Yale, el ingreso promedio de los hogares norteamericanos se contraerá 3 mil 800 dólares anuales, a cambio no precisamente de invertir en un mejor sistema educativo –que, de estar en óptimas condiciones, no hubiera permitido que alguien como Trump regresara a la oficina oval–, sino en razón de subsidios a la industria del acero, automotriz y demás sectores estratégicos que satisfagan la libido de sus días de campaña y hacer de América «Great Again».
¿En verdad Trump quiere implementar un modelo selectivo de sustitución de importaciones en pleno siglo XXI? Todo pareciera indicarlo, y esto consiste en una pésima noticia para México. En su discurso del llamado “Día de la Liberación”, el pasado 2 de abril, aseguró desde el jardín de la Casa Blanca que «el T-MEC fue un desastre, vamos a necesitar el apoyo del Congreso para acabar con este acuerdo que es el peor de nuestra historia».
¿Podría México, cuando pase el efecto de la esquiva de los aranceles recíprocos, sobrevivir sin un T-MEC tan favorable como el que conocemos, considerando la deuda pública soberana de 17 billones 426 mil millones de pesos –al corte del año pasado–, monto equivalente al 51.4 por ciento del PIB?
¿Cómo podremos, sin un T-MEC, conciliar una IED de 36 mil 872 millones de pesos -según datos del 2024- con una judicatura federal que, de acuerdo a Loretta Ortiz Ahlf, «puede ser autónoma y seguir los principios de Morena»?
Y quizá más importante, ¿puede el ‘Plan México’ de Claudia Sheinbaum convertirse en algo más que un cúmulo de buenas intenciones con un margen presupuestal tan comprometido por los subsidios de Dos Bocas, el Tren Maya y Santa Lucía, y tan limitado por 835 mil 700 millones de pesos –según datos del 2025– que se tiran por la borda en los Programas del Bienestar?
Me queda claro que serán cuatro años complicados para la economía mexicana, y el único consuelo que nos queda es recordar que nuestros padres y nuestros abuelos enfrentaron todavía tiempos peores.