El sueño de la razón

El sueño de la razón produce monstruos lleva por título uno de los grabados más conocidos de la serie de los Caprichos del pintor Francisco de Goya y Lucientes. Últimamente me acordé de esta obra pensando en la generalizada y voluntaria renuncia al ejercicio de la facultad que distingue a los seres humanos de otras creaturas y que es la de pensar, que ha hecho una clase casi al completo de conciudadanos nuestros.

De tiempo en tiempo en algunos casos y de forma casi permanente en otros, desde el inicio de este gobierno se critica sin razón y con desmesura a su presidente, se le denuesta, se le agravia, se le insulta, se le desea la muerte y se le injuria con toda clase de calumnias y aún de bajezas y vulgaridades. Todo producto de emociones entre las que el odio de clase no es la menor, casi nunca de razones; porque de lo que están ayunos es precisamente de razón: esta duerme en ellos a conveniencia o por costumbre. Hubo en los meses pasados un caso ejemplar que tendrá un segundo capítulo: se tata de la muy publicitada, por sus promotores y detractores, consulta popular para la revocación de mandato; estos últimos han justificado su repulsa con un espontáneo y reciente furor democrático, pues ellos —dicen— lo que quieren es democracia y no el respaldo popular a un “dictador” —como califican a quien ha llegado a ser Presidente de la República mediante una elección democrática y que mantiene, según encuestas nada sospechosas de ser de sus parciales, un favor popular ampliamente mayoritario. El problema es que la consulta popular que no quieren es un ejercicio democrático en el que ellos podrán expresar, por la vía que la Ley les otorga como ciudadanos de un país en el que rige el Estado de Derecho, su deseo de que el Presidente cese en sus funciones, y tal repulsa no casa precisamente con su amor democrático; pero esta evidentísima contradicción ni siquiera los despeina ni les hace acomodar a la lógica más elemental su posición, ¿por qué? porque su razón duerme y sus vísceras, despiertas como están y aún en estado extremo de alerta, dirigen su conducta.

Para completar el cuadro, los demócratas en cuestión se han constituido en paladines de uno de los órganos ferozmente “autónomos” y principescamente dotados de recursos públicos, que es el INE, órgano de la vergüenza que no es sino la prueba viviente de la corrupción, que empieza por los escandalosos salarios de sus jerarcas y concluye con la frivolidad de estos y la denodada lucha que libra como garante de la democracia en contra de un proceso democrático y de la voluntad popular, con el deleznable pretexto de que,¡oh suprema ironía!, no tiene dinero.

Pero estábamos en que hay un buen grupo de mexicanos cuya razón duerme, y este sueño les hace soñar pesadillas de comunismo, de chavismo, de malsano populismo y de espantoso peligro de sus vidas y de sus bienes y ¿por qué no?, según el caso, de esos pequeños o desmesurados privilegios que un gobierno que llama democracia a la participación del pueblo en la vida pública, justicia al fin de las abismales diferencias sociales y económicas, y que cree que la concentración de la riqueza en pocas manos es ruinosa para la República y la miseria de muchos una terrible inmoralidad, quiere extinguir para que, ¡oh terror¡, haya igualdad y solamente distinga a un mexicano de otro el vicio y la virtud, como ya lo enunciaban los Sentimiento de la Nación. Es muy posible que la oposición irracional a este gobierno y en particular a esta consulta continúe, pero estamos seguros de que aquellos cuya razón duerme no tendrán sueño apacible y lo peor, que no lo deseamos pero lo vaticinamos, sí un amargo despertar.