«Lo que estamos viendo son muchos gobiernos donde los liderazgos han surgido como los populismos clásicos, prometiendo que el maná caerá del cielo, fórmulas mágicas para ver nuestros problemas y culpar siempre a los otros»
Ernesto Zedillo (Octubre, 2022)
La publicación de Ernesto Zedillo en la revista Letras Libres representa la consecuencia más sólida de una línea crítica sostenida por el expresidente desde la segunda mitad del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Recordemos el posicionamiento que hizo público durante su primera visita a México, después de una marcada ausencia, en septiembre del año pasado:
«La frustración del presidente al no contar con una Corte sumisa ha evolucionado hasta transformarse en una venganza brutal: la destrucción de la independencia e integridad del Poder Judicial para que esté al servicio de la fuerza política en el poder».
Entonces y ayer los defensores de la Cuarta Transformación, al unísono, han lanzado la misma consigna: “Zedillo no tiene la autoridad moral para criticar”. Quizá los hechos de Acteal les den la razón; sólo les recuerdo a los ideólogos del régimen que los responsables de Ayotzinapa siguen tan encubiertos en este y en el pasado sexenio como en los tiempos del “licenciado Peña Nieto”, a quién López Obrador nunca tocó “ni con el pétalo de una rosa”.
Pero más allá de calenturas ideológicas, nos guste o no el diagnóstico de Zedillo es certero: las reformas constitucionales de la 4T han iniciado un proceso que tiene como principal objetivo desmantelar el último contrapeso de la República, representado por la autonomía del Poder Judicial –posible gracias a un servicio civil de carrera que hoy está hecho trizas–, para abrirle paso a una autocracia constitucional fundamentada en el control explícito, en nombre del pueblo, de las sentencias y resoluciones de la futura Judicatura Federal.
En mi columna del 6 de septiembre de 2024, titulada “¿Holocausto Judicial?”, compartía con usted lo que hoy para Zedillo y para todos resulta una obviedad:
«Aunque el sabotaje del judicial y la resistencia de los estudiantes se intensificará en los próximos días, lo que sigue será mero trámite. Antes del 15 de septiembre el Diario Oficial de la Federación edificará una guillotina que haría palidecer al mismísimo Robespierre, al intentar cortarles las cabezas a jueces y magistrados por mandato del único hombre que “encarna al pueblo y a la nación”: Andrés Manuel López Obrador».
¿Puede la democracia extinguirse por el ardor de las brasas de los sufragios? ¿Acaso ese no es el síntoma más genuino de nuestro tiempo?