De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el discurso de odio, es "cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita, o también comportamiento, que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad".
Este discurso de odio es divulgado con la mala intención de incitar al destinatario a ser participé de la humillación contra eterminado grupo social, y además, para cometer acciones violentas contra el mismo.
Este tipo de discursos hace referencia a una expresión ofensiva dirigida a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social; a manera de ejemplo, podemos citar las manifestaciones de odio contra los miembros del colectivo LGBT y la supuesta imposición de la denominada "ideología de género".
El día 18 de junio se celebra el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio, una fecha en la que las Naciones Unidas hacen un llamado para que se colabore en la construcción de un mundo más respetuoso y civil.
En México, existe legislación que regula sobre lo relativo a expresiones discriminatorias y discursos de odio desde el año 2003, en que se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF), la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación; esta Ley considera discriminación promover el odio y la violencia a través de mensajes e imágenes en los medios de comunicación; e incitar al odio, la violencia, el rechazo, la burla, la injuria, la persecución o la exclusión.
Incluso, el Estado mexicano tiene obligaciones de carácter internacional referentes a la protección en contra de la incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia desde la entrada en vigor de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial del año 1965.
También, vale la pena mencionar que el discurso de odio no sólo genera daños a nivel personal y puede incitar a la violencia, sino que se traduce en un ataque a la inclusión, la diversidad y los derechos humanos; y afecta la paz social, la seguridad, y la estabilidad de una nación.
Cada día se hace más patente la divulgación de las manifestaciones de odio, las que pueden representar una señal de advertencia previa a que se cometan los actos de violencia, por ejemplo, previo a cometerse un delito; y también se hace más evidente el notable crecimiento en la polarización, violencia y discriminación que enfrentan distintas sociedades alrededor del mundo.
Bajo mi óptica, considero que el discurso de odio se propaga con una mayor velocidad y un alcance inimaginable mediante los dispositivos electrónicos, en específico, a través de las distintas plataformas de redes sociales que son de fácil acceso en todo el mundo; por ello, es necesario trabajar en enseñar a la ciudadanía a usar las redes de manera concientizada y responsable.
Magistrada del Tribunal Electoral del Estado de Puebla