Los testimonios de los ex judiciales mexicanos que narran la tortura y el asesinato del Kiki Camarena en
The Last Narc (Prime Video, Amazon, 2020) a veces suenan fantasiosos.
Vea el hipócrita lector lo que sigue, y busque una silla para no caerse:
El presidente Miguel de la Madrid y el ex presidente José López Portillo llegan a una residencia de Guadalajara a entrevistarse con Don Neto: Ernesto Fonseca.
Ahí acuerdan un monto millonario que el Cártel Guadalajara tiene que darle al habitante de Los Pinos.
Para cobrar la cuota, días después llega Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación.
Los ex policías no lo dicen, pero el espectador imagina a Bartlett de anteojos oscuros y chamarra de piel cargando un maletín, o una maleta, u ordenándole a sus hombre de la Dirección Federal de Seguridad (el Güero Zorrilla, por ejemplo) que cargaran el dinero.
(No sé por qué me los imaginé viajando en un impecable Bentley Mulsanne, color verde oscuro).
Según los ex policías a los que entrevistó Héctor Berrellez, agente retirado de la DEA y coordinador de la Operación Leyenda, los gobernadores del noroeste mexicano celebraban muy seguido en los restaurantes de los capos.
En La Langosta —con el mejor marisco fresco del Pacífico—, Caro Quintero —que era el dueño— mató en una fiesta a dos gringos que entraron por equivocación.
Lo hizo con un pica hielos y con la ayuda del muy joven Chapo Guzmán.
Metió sus cabezas en unos baldes llenos de hielo, y ahí los torturó y los mató.
De fondo se oía la pieza de una banda sinaloense que tocaba corridos en su honor.
Otra escena de esta antología del terror narrada por los testigos protegidos:
Un día antes del secuestro del Kiki Camarena, se reúnen en la casa de Caro Quintero los siguientes personajes:
Manuel Bartlett, Juan Arévalo Gardoqui —secretario de la Defensa Nacional—, Miguel Ángel Félix Gallardo —el capo de capos—, don Neto, el propio Caro y un personaje siniestro de origen cubano que había estado en Vietnam, en la aprehensión del Che Guevara en Bolivia, en Bahía de Cochinos y en la oficina de George Bush, a la sazón Jefe de la CIA: Felix Rodríguez, alias Max Gómez, agente de la central de Inteligencia, encargado de surtirle armas —provenientes del dinero de la droga— a la Contra nicaragüense.
“Qué casualidad que un día antes del secuestro del Kiki esté reunida la plana mayor del narco, llámese político, llámese de la CIA, llámese del ejército, llámese como se llame”, dice en el documental de Tiller Russell un ex judicial estatal que estaba al servicio de Don Neto.
Hay que decir que el cubano era un experto en el arte de interrogar, lo mismo a prisioneros vietnamitas que al Che Guevara, con quien aparece justo en el momento de su aprehensión.
Los testigos relatan que Félix Rodriguez —o Max Gómez— interrogó durante hora al agente de la DEA antes de que Caro Quintero ordenara su muerte.
En otras palabras: el agente de la CIA salió de la reunión, durmió un poco, se levantó, se bañó, se afeitó y horas después fue a cumplir la tarea encomendada por sus cómplices: interrogar al Kiki Camarena.
El relato de la tortura del Kiki Camarena baja la presión, dilata las pupilas, altera el pulso.
Los matices, ordenados sobre todo por Caro Quintero, son crueles y despiadados.
Tan mal se pone que Don Neto, el “prudente” del Cártel, manda traer al célebre doctor Humberto Álvarez Machain, quien sugiere llevarlo a un hospital.
El Kiki tiene, para entonces, el alma rota, además de los huesos y las costillas.
(Incluso sufre una violación anal con un artefacto).
Caro gana la batalla, y el Kiki se queda en la escena del crimen.
Álvarez Machain lo revive las veces necesarias para que la tortura prosiga.
Al final le aplastan el cráneo y muere.
Ufff.
Las 36 horas que duró la tortura fueron grabadas.
(¿Qué perversa mente dio esta orden?).
La serie de Prime Video exhibe algunas versiones estenográficas que dejan ver que la preocupación central de quienes participaron en la trama era lo que el Kiki Camarena sabía de las relaciones entre el Cártel Guadalajara y el gobierno mexicano, el narco y el ejército, el narco y la DFS y la CIA y la Contra nicaragüense…
El documental narra otros aspectos desconocidos.
Los testigos hablan de su experiencia personal con los narcos.
Dicen, por ejemplo, que Don Neto vestía siempre de traje, muy elegante, y que era un hombre ciertamente formal, aunque las veinticuatro horas del día estaba drogado.
Dormía poco, porque los demonios de la droga suelen cortar el sueño.
A Caro Quintero lo describen como un tipo vulgar, gritón e irresponsable, y lleno de adicciones.
Cuentan que cuando en la calle veía a una chica que le gustaba hacía que la secuestraran para él.
Berrellez —quien no ha dejado de señalar a Bartlett desde hace años— parece personaje de una película de Tarantino.
(Es un Al Pacino tan demacrado como el original, y habla desde una cantina oscura, sombría, como son las cantinas en las películas de Robert Rodriguez).
¡Qué historia!
Los gobiernos de Estados Unidos y México, la CIA, la DEA, la DFS, todos tuvieron mucho que ver en esta trama.
El gobierno mexicano nunca quiso extraditar a Estados Unidos a Félix Gallardo, Don Neto y Caro Quintero.
Los únicos que terminaron en prisión fueron estos últimos, pero Caro salió en 2013 y Don Neto recibió el beneficio de la prisión domiciliaria en 2016.
Los demás personajes gozan de cabal salud, salvo los que murieron en sus camas rodeados de sus familiares en el seno de la Santa Madre Iglesia.
Y como irónico colofón: uno de los más señalados —ya sabemos quién—¡es parte de la 4T!