«La Secretaría de Salud exhorta a la ciudadanía a no sustituir la atención médica profesional por prácticas alternativas sin respaldo científico»
Secretaría de Salud Estatal
¿Por qué la secretaría de Salud del Gobierno del Estado reaccionó con un comunicado motivado por la actividad de Mircea Gabriel, el rumano “curandero” que, desde la Plaza de la Democracia –y más recientemente desde el Paseo Bravo–, ha conmocionado a los distinguidos habitantes de la aldea poblana? La respuesta es simple: la aglomeración que suscita nuestro huésped distinguido es un síntoma ineludible del fracaso del sistema educativo combinado con el desmantelamiento del sistema de salud pública.
¿Cómo decir, contrario a la narrativa oficial, que en México el neoliberalismo no ha echado profundas raíces cuando la Mega Farmacia del Bienestar –una de las grandes tomadas de pelo de la 4T– sólo surte 2.7 recetas diarias, según datos de Birmex? ¿Cómo criticar las interminables filas que convocó “el curandero” si, por otra parte, el IMSS ha dejado de surtir entre 28 mil y 70 mil recetas diarias en lo que va del 2025? En suma, ¿con qué cara el gobierno le está buscando “tres pies” al “quita dolores” cuando este país mantiene un déficit considerable de especialistas: 117.3 –en datos muy alegres– por cada 100 mil habitantes, cuando los estándares internacionales deberían llevarnos a tener activos a por lo menos 230 por cada 100 mil?
Y, sin embargo, a pesar de las circunstancias, no deja de ser desgarrador que una economía como la de México, que es parte activa del G-20, sus habitantes tengan que pasar por las carencias de Ruanda. La gente pernoctaba a las afueras del Edificio Carolino, esperaba por más de 10 horas buscando el simple tacto del rumano, reviviendo una escena medieval de los Reyes Taumaturgos del siglo XII que, con el sólo posar de sus palmas, quitaban las escrófulas de los enfermos. Algunos, presas de la desesperación, hasta llevaban sus estudios médicos con la vana esperanza de un mejor diagnóstico.
Increíblemente, a pesar de la ausencia absoluta de cartas credenciales, Mircea Gabriel no tardó en despertar el recelo de los profesionales de la Salud, y quizá que con justa razón: “el quita dolores” en Puebla, sin cédula ni especialidad médica, está embolsándose un mínimo de 5 mil 600 pesos diarios, absolutamente libres de impuestos; mientras que un médico general certificado en las Simi Farmacias, por sólo citar un ejemplo, tiene un salario mensual de 8 mil 602 pesos, 32 por ciento por debajo del promedio nacional.
¿Ante qué estamos? ¿Ante cientos de personas presas de “creencias pueblerinas”? No precisamente, Gabriel vino a restregarnos la pobreza nacional. ¿Acaso 46.8 millones de mexicanos que viven en esta condición, abyecta por definición, cuentan con los ingresos suficientes como para solventar los costos de un especialista con todo y medicamentos, estudios y tratamiento, si es que existen visitas recurrentes? No, desde luego que no. Pero descuide, no estamos desamparados, afortunadamente en México nos quedan “los apoyitos del Bienestar” que disfrazan muy bien el hambre, aunque sean incapaces de acabar con la pobreza.