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El legado de Mario Molina y la Conferencia Mundial del Cambio Climático

El legado de Mario Molina y la Conferencia Mundial del Cambio Climático

Columnas lunes 21 de junio de 2021 - 05:46

Lo conocí pocos meses después de que él obtuviera el Premio Nobel de Química de 1995 por haber descubierto el adelgazamiento en la capa de ozono troposférico, particularmente en los polos, la cual protege la vida en la Tierra de los rayos UV provenientes del Sol, así como por sus contribuciones al conocimiento de la química atmosférica y la naturaleza de las nubes en las capas superiores de la atmósfera. La idea era escribir un libro sobre su trayectoria personal y el periplo que significó desafiar tanto a la comunidad de químicos tradicionales como los fuertes intereses económicos afectados. Había que convencer al mundo del enorme riesgo que representaba la producción industrial de clorofluorocarbonos (CFC´s), moléculas que aún se fabrican a fin de mantener fríos los refrigeradores y que, al moverse hacia dichas capas superiores de la atmósfera, destruyen el ozono. Por fortuna, Nubes en el cielo mexicano. Mario J. Molina, pionero del ambientalismo (Santillana, colección loqueleo), es un libro que sigue mereciendo repetidas reimpresiones. Mario quedó muy contento cuando leyó la última versión antes de irse a la imprenta, y es muy satisfactorio saber que existen tantos lectores interesados en estos temas del medio ambiente, los cuales se han agudizado en décadas recientes. De hecho, el adelgazamiento de la capa de ozono es el único problema ambiental global que se ha resuelto. Y no del todo, pues la India y China siguen produciendo CFC´s de manera subrepticia. A Mario siempre le preocupó que su versión “light”, los HFC´s, sin cloro, al ser también gases invernadero, si llegaran fabricarse en cantidades industriales causarían una daño tan grave como el que provocaron los CFC´s.

Algo que siempre admiré de él fue que no se durmió en sus laureles luego de ganar el Nobel. Si lo hubiera hecho así, nada podía habérsele reclamado, pues lo obtuvo en buena lid. Pero no, lo que hizo fue comprometerse aún más, activamente, en la investigación científica para encontrar respuestas a los problemas de escala planetaria, críticos actualmente, así como en la gestión ante políticos y funcionarios gubernamentales. Un tema esencial de su trayectoria fue el estudio de las nubes, su naturaleza y el papel que desempeñan en la conservación de la vida. Todo sucede en la estratosfera y troposfera, zona donde habitamos los organismos vivos. Quienes aducen que desde hace 500 años existen semejantes calamidades ambientales no consideran, opinaba Mario, el grado de intensidad que estamos experimentando hoy en día. De seguir la tendencia, en poco tiempo catástrofes mayores y más frecuentes serán inevitables. Estamos tratando de convencer a la sociedad no de que “crea” en el cambio climático, me confesó, ni siquiera de que acepte nuestras hipótesis y probables escenarios, sino simplemente de que piense si es un riesgo aceptable, no solo para los que vendrán, sino para esta misma generación que ya está sufriendo las primeras consecuencias. Aunque los cambios que observamos son pequeños, también es cierto que ya no hay justificaciones para decir: “Esto lo dejamos para que lo resuelven otros en el futuro”. El asunto es que lo que hemos hecho es prácticamente irreversible. “No les vamos a dar a las generaciones futuras siquiera la oportunidad de actuar si no empezamos nosotros ahora”.

Sus investigaciones, llevadas a cabo alrededor de 1974 junto con su tutor y amigo de toda la vida, Sherwood “Sherry” Rowland, así como las que realizó por su cuenta Paul Crutzen, y que los llevaría a compartir el Nobel de Química veinte años más tarde, motivaron a muchos países para que, por primera vez en la historia, firmaran un acuerdo sobre tales temas, el llamado Protocolo de Montreal de 1987, base de la Conferencia de París de 2016 y antecedente del encuentro mundial que se celebrará en la ciudad escocesa de Glasgow, entre el 1 y el 18 de noviembre del presente año. Iré, entre otras cosas, a corroborar que la labor seminal de Mario perdura y la humanidad se encuentra alerta con el propósito de hallar, no culpables, sino soluciones. Como me aseguró él en alguna ocasión, “en este mundo no hay premios ni castigos, solo consecuencias”.

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/CR

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