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Participación política de la mujer

Participación política de la mujer

Columnas domingo 20 de agosto de 2023 - 17:21

Sin duda ya es indiscutible e imparable el crecimiento y el avance de las mujeres mexicanas en el ejercicio pleno de sus derechos, en un mundo que había sido negado e ignorado para nosotras.

Con la cuarta Transformación (4T) promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador en el país, ha llegado un mayor impulso a la participación política de las mujeres, quienes ahora gobernamos municipios y hasta entidades federativas, como un claro ejemplo de que si podemos y sí queremos.

Nosotras somos afortunadas; mujeres del nuevo siglo que hacemos posible nuestras aspiraciones, con entrega, capacidad energía y entusiasmo. Sin embargo no podemos olvidar las luchas pasadas, los anhelos y sacrificios de quienes nos antecedieron. Ni tampoco podemos ponernos una venda en los ojos ante las injusticias y abusos que se siguen cometiendo, aún en estos días de transformación.

Para entender nuestros alcances, debemos saber primero que la ciudadanía engloba el conjunto de los derechos y las libertades civiles que nos asisten como personas que formamos parte de una comunidad, desde la gran nación, hasta la comunidad en la que vivimos; Los derechos civiles de libertad e igualdad; los derechos sociales, como salud, educación, vivienda o recreación; los derechos económicos, a la propiedad, al trabajo, y los recursos productivos; el derecho a una vida sin violencia y, finalmente los derechos políticos, aquellos que privilegian las libertades de pensamiento, expresión y organización, de votar y ser votadas, además de participar en la toma de decisiones en torno a los asuntos públicos de un país (Marshall, 1998). Todos estos derechos definen la condición de ser ciudadana y, por supuesto, la de las mujeres.

En vísperas del 62 Aniversario del Voto de las Mujeres en México, esta reflexión nos permite hacer un recuento de logros y desafíos en la materia, así como el avance de la participación política de nosotras, las mujeres, en las decisiones políticas, en las decisiones de nuestro amado país.

La ciudadanía política se entiende como la capacidad de influir y decidir en la toma de decisiones políticas. No únicamente ser y estar como espectadoras o promotoras.

Las mujeres en el ejercicio PLENO de la ciudadanía PLENA, nos lleva al ejercicio activo y PLENO de nuestros derechos, de todos, incluyendo desde luego el derecho de votar y ser votadas.

Un derecho a la participación política como electoras y como elegidas, ambas condiciones que contribuyen a la buena salud democrática, a la buena democracia del país.

En cuanto a la participación política de las mujeres, existen variados puntos de vista. En mi caso comparto el ejemplo de Iris M. Young quien propone una ciudadanía diferenciada para lograr la inclusión y participación de todas las personas a ejercer su plena ciudadanía, ya que en ocasiones se requiere de este mecanismo para otorgar derechos especiales, por identidad o grupo, con el objeto de socavar la opresión y las desventajas de otros grupos sociales, en donde las mujeres se encontraban en desventaja (Young, 1996).

Esto puede observarse, al asignarse candidaturas, en cantidad y calidad equitativa, en donde su participación, está en función de su identidad. Así encontramos que en la fórmula de candidatos a senadores que registran los partidos políticos, corresponde invariablemente una a un hombre y otra a una mujer, o al asignarse candidaturas a gobernador del Estado, corresponde su asignación respetando esa fórmula de paridad. En la distribución de regidurías para conformar cabildos o en la designación de candidatas en los municipios, se realiza con equilibrio de peso electoral y no por el nivel de importancia del municipio.

No es únicamente indispensable ser equitativo (paridad de género) lo más importante, es ser justo e impulsar la revolución misma de las ideas. Desterrar aquellos viejos mitos y vicios, para dar pie a nuevas percepciones en torno a nuestra realidad.

Quizás mis palabras, parecen rebuscadas, sin embargo, es parte del debate que ha existido desde Aristóteles hasta Rawls, al abordar el paradigma de la justicia. No podemos negar la diferencia que ha permitido la explotación y opresión de grupos, al no reconocer que se necesitan ajustes particulares para combatir esos vicios que subsisten.

Es una preocupación que debemos atender con cambios diferenciados en las instituciones, porque finalmente la igualdad para todas, en la vida real, es un valor normal.

¿Qué hace la diferencia?

Es muy cierto que después de la ilustración, se logró una sociedad en la que no existen diferencias de clase, en donde todos y todas podemos participar democráticamente, también lo es la destrucción a la pertenencia del grupo social con la idea moderna de libertad y se generó la idea de individualidad. La gente, las mujeres, fueron tratadas como individuos, no como parte de un grupo; sus opciones de vida e incentivos se concentraron en sus propios logros.

Sin embargo el mundo político, estaba construido para la identidad masculina, nos tenían invisibilizadas. Esta realidad, son necesarias políticas públicas y transformación de mecanismos de diferenciación, a fin de romper con ese viejo concepto de igualdad, pero que en el fondo seguía siendo injusto.

Hoy, vivimos otros tiempos, un camino que aún se construye, que debe ser motivado a recorrer y necesario fortalecer. Tenemos las mujeres de este tiempo, la obligación de hacerlo posible, de dedicar nuestro esfuerzo para recorrer el camino juntas, pero no únicamente acompañando, sino con una participación plena y entusiasta de nuestros derechos.

Y finalmente hago mías, esas palabras de una de las precursoras de estos derechos y que ya he citado:

Sostengo que la inclusión y participación de todas en la discusión pública y la toma de decisiones requieren de mecanismos de representación de grupo. En segundo lugar, cuando existen diferencias en las capacidades, la cultura, los valores y estilos de comportamiento entre los grupos, pero algunos de estos grupos son privilegiados, la estricta adhesión a un principio de igualdad de trato tiende a perpetuar la opresión o la desventaja. (Trad. a.) (1989)

Como una mujer comprometida con la Cuarta Transformación, con el trabajo verdadero que realizamos, señalo que dicho impulso no se detendrá, por el contrario, continuaremos esta labor de igualdad entre hombres y mujeres para que sea una realidad, plena para todas. Vamos por una ciudadanía transformada en un México de libertades, con respeto e inclusión de las mujeres.

Hoy nos toca hacerlo, y hacerlo bien. Nos toca transformar con hechos y con acciones y no con palabras. Que hablen nuestros hechos y que la igualdad sea, ni una más… ni una menos.

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/CR

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