Si tuviéramos que colocar ofrenda de muertos en México, ¿cuántas plazas públicas tendríamos que ocupar con los nombres y fotografías de las personas asesinadas?
Perder a un ser querido por causas naturales o enfermedad es muy distinto al sufrimiento que provoca una muerte involuntaria por el clima de violencia que azota a varios estados del país.
El arranque del sexenio de Claudia Sheinbaum no ha sido fácil. En los últimos cinco días, el país reporta 389 asesinatos, según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
El homicidio del padre Marcelo Pérez, en el estado de Chiapas, despertó un león dormido, dos moto-sicarios ultimaron al sacerdote al terminar de oficiar una misa en San Cristóbal de las Casas. Su asesinato generó una gran conmoción social debido al liderazgo que sembró entre la comunidad indígena.
Ver a la gente más desprotegida llorar junto al féretro del clérigo y reclamar justicia por haberles arrebatado a un símbolo de lucha, es la estampa de la tragedia.
En tramos carreteros hacia el norte y sur de Sinaloa, las fuerzas federales han sido rebasadas por los enfrentamientos entre las familias de “El Chapo” y “El Mayo”.
Entre narcobloqueos y levantones del día sábado, el saldo eran 10 personas sin vida, mientras el gobernador Rubén Rocha disfrutaba su paseo político en la Ciudad de México.
El hecho más alarmante de la semana pasada se registró en Guanajuato (la entidad con mil 863 carpetas de investigación abiertas por homicidios dolosos en lo que va del año).
Las poblaciones de Jerécuaro y Acámbaro fueron sorprendidas por los atentados con coches bomba, que dejaron de manera preliminar tres policías lesionados.
El gobierno federal se niega a denominarle “terrorismo” y prefiere hablar de pugnas entre los cárteles Jalisco Nueva Generación y Santa Rosa de Lima, por el control de drogas y combustible robado.
Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana, planteó dos escenarios posibles: reacción del crimen organizado ante los operativos federales o colusión de autoridades municipales con algún grupo delictivo.
Sea cual sea la respuesta, el crimen organizado encuentra la manera de infundir mayor miedo entre la población, como si los cuerpos descuartizados y decapitados fueran insuficientes.
Recordemos que en la década de los 80 y 90, Perú enfrentó el terror de Sendero Luminoso y Colombia, la mano asesina del narcotraficante Pablo Escobar, líder del Cártel de Medellín.
Además de las penurias económicas en Guerrero –que sigue muy lejos de levantarse por los daños que causaron los huracanes ‘Otis’ y ‘John’– la inseguridad pública está a la orden del día.
Un grupo de diez guatemaltecos, un salvadoreño y cuatro mexicanos que fueron detenidos eran integrantes del grupo criminal “Gente Nueva”, quienes enfrentaron a “Los Granados” en Tecpan de Galeana.
En 16 vehículos entraron a la comunidad con artefactos explosivos, armas largas y cartuchos útiles. El combate fue cruento con saldo de 17 muertos, dos policías entre ellos y cuatro heridos.
Si bien la nueva estrategia federal está trazada en atacar las causas de la violencia pasará mucho tiempo para que arroje frutos.
Mientras la criminalidad siga cooptando a los jóvenes por falta de oportunidades o interés de ganar dinero rápidamente, así como a los grupos migrantes, amenazados por agentes migratorios y/o sicarios, las organizaciones delictivas seguirán un paso adelante.
Ojalá algún día México celebre a sus muertos sin más derramamiento de sangre.