La presidenta Claudia Sheinbaum prepara la segunda parte de la reforma electoral que definirá su mandato. Primero, consiguió eliminar la reelección consecutiva de legisladores y establecer candados para el reparto de candidaturas entre familiares, aunque lo que falta podría ser de mayor impacto.
En el papel busca reducir el número de diputaciones y senadurías de representación proporcional –que en el caso del Senado en realidad son de primera minoría, de tipo territorial–
Desde la perspectiva de la 4T, la propuesta representará un ahorro para el país y dejará en manos del pueblo la selección de sus representantes populares.
Es decir, las cúpulas de los partidos políticos tendrían una menor intervención para colocar afines en el Congreso de la Unión.
Sin embargo, la apuesta es polémica porque a partir de 1977, con la denominada liberalización política, el régimen priista aceptó abrir el sistema a la oposición, para que tuvieran una mayor representación.
Recortar las plurinominales implica un riesgo de retroceso al sistema político mexicano.
Mientras Morena y aliados acceden a diputaciones y senadurías vía mayoría relativa, sus opositores —PAN, PRI y MC– tendrán menos opciones de ingreso a las cámaras.
Eso pone en riesgo la representación de minorías políticas que hasta ahora encuentran a alguien en el Legislativo con quien identificarse.
Además, si se mantiene la lógica de que el partido con más posiciones de mayoría relativa también posee derecho de obtener asientos pluris, restringirá aún más el espacio para la oposición, indispensable en un ambiente de auténtica democracia.
No se trata de beneficiar a partidos como el PAN, PRI y MC, sino de generar condiciones para una real representación.
Sin embargo, será complicado que ese principio se respete, menos después de observar la construcción artificial de la mayoría, primero propuesta por el Instituto Nacional Electoral (INE) y validada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Morena, PT y Partido Verde, aunque no lo acepten, cuentan con una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados.
En tanto, en el Senado, no hay que olvidar que se valieron de la amenaza a un par de legisladores opositores para alcanzar esa mayoría calificada con la que lograron la reforma al Poder Judicial, entre otras más.
La mejor opción para el país es que la representación plurinominal y de primera minoría –la última en el Senado– se queden como hasta ahora.
La llegada de mejores perfiles, de calidad, capaces y no improvisados, no depende del sistema electoral ni del proceso electoral, sino del sistema de partidos, es ahí en donde se requieren mejoras para que ofrezcan candidaturas valiosas para la sociedad.
Sin embargo, el grupo en el poder trae a cuestas la obsesión de reducir a la oposición a su mínima expresión. No se dan cuenta que eso mismo ejerció el PRI y terminó por abrir el juego por las presiones sociales y políticas.
CAJA NEGRA
El otro punto de la próxima reforma es el INE.
No agradó en Palacio Nacional que las y los consejeros electorales ‘rasuraran’ boletas, clasificándolas como nulas o no válidas, lo que generó todavía más evidente la baja participación ciudadana.
Por supuesto, para el régimen hay también una motivación de dinero. Creen que se gasta mucho para organizar un proceso electoral, pero ha quedado en evidencia que, entre menos presupuesto, más retos por no decir complicaciones para obtener un buen resultado de organización.
Es decir, así como Andrés Manuel López Obrador emprendió en contra del Poder Judicial por una venganza, la 4T ya le puso la mira al órgano electoral.