El asesinato del comunicador independiente, Salomón Ordoñez Miranda, llama la atención porque en una democracia, uno de los aspectos más valiosos es la libertad de expresión y hay diferentes formas de asedio para contrarrestarla.
Otros casos de homicidios en contra de periodistas e informadores dejaron la lección de que no falta quien pretende desacreditar la labor de la víctima. Por ejemplo, se recurre a divulgar que no era periodista sino creador de contenidos.
Eso pasó con Salomón, a quien en redes sociales de pronto identificaron como “alguien” que “creaba materiales” para Facebook, una estrategia fácil para minimizar hechos.
En segundo lugar, cuando ocurren asesinatos en contra de miembros de la prensa, también se acude a sostener, sin investigación por delante, que pudo suceder por motivos ajenos al quehacer periodístico.
Incluso suelen reproducir versiones de que mantenía comportamientos o relaciones peligrosas. Es frecuente que a priori se utilice esta “estrategia” en distintos sitios a lo largo de todo el país.
Es sumamente importante que antes de desacreditar al personaje, en este caso a Salomón Ordoñez, la Fiscalía General del Estado agote sus investigaciones, descubra a los presuntos responsables y esclarezca este hecho.
El gremio periodístico no puede casarse con la idea de que si lo asesinaron fue por su condición de periodista o comunicador, sin embargo, es competencia del Ministerio Público no dejar dudas de la motivación del crimen.
Por ejemplo, el extraordinario libro de Ricardo Ravelo, “Ejecuciones de periodistas: Los expedientes” da cuenta de que descubrió casos en los que periodistas sostuvieron vínculos con organizaciones criminales, particularmente en casos en Veracruz.
“Además, aunque duela, existe otro escenario tan real como el anterior: las fallas de los reporteros. En los expedientes consultados hay evidencias de presuntos vínculos de algunos periodistas asesinados con el crimen organizado”. (Ravelo, 2016, p. 32).
Ahora bien, regresando al caso de Salomón, no me adelanto a nada. Espero las investigaciones como en cualquier otro incidente de la misma naturaleza.
Sin embargo, las y los periodistas estamos llamados a no menospreciar, minimizar, ni descalificar a quienes son víctimas, menos si se trata de una persona periodista, informador e incluso creador de contenidos.
Es importante porque el periodismo es indispensable para una sociedad democrática.
La descalificación y la impunidad, por el contrario, dañan a la sociedad en corto, mediano y largo plazo en diferentes sentidos.
Lo importante será conocer la verdad, identificar el problema y garantizar el ejercicio periodístico o de comunicación en una zona como Cuetzalan, en la Sierra Nororiental.
CAJA NEGRA
En diferentes publicaciones de redes sociales tampoco faltaron llamados a guardar silencio porque, aseguraron, afecta a la imagen de ese Pueblo Mágico y a quienes prestan servicios turísticos. No creo que sea así.
Por supuesto, resulta importante que se resuelva y detengan a los responsables –en caso de que sean varios–, pero no hay señales para suponer que se caerá una de las actividades principales de la región.
Es importante no generar especulaciones, ni crear escenarios inexistentes.
Importa solicitar que no haya impunidad y esperar justicia para la familia de la víctima.
De ahí que el Estado de derecho es necesario para garantizar una adecuada convivencia y sanción para quien la lesione.