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Espacios Sin Filtros

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Columnas miércoles 05 de marzo de 2025 - 22:22


Acabo de terminar el libro de Alma Delia, Las Noches Habitadas y me hizo reflexionar sobre lo siguiente. Vivimos en una era donde la autenticidad se predica, pero rara vez se practica. Nos vendieron la idea de que ser genuinos es una virtud, pero en la práctica, el mundo nos recompensa por ser versiones pulidas y editadas de nosotros mismos. ¿Cuántas veces te has callado algo por miedo a ser juzgado? ¿Cuántas emociones has disfrazado para encajar?

Es como si hubiera una regla implícita sobre lo que sí podemos sentir y lo que deberíamos esconder. La tristeza en público incómoda, la ira está mal vista, la vulnerabilidad se interpreta como debilidad. Nos decimos que hay emociones "buenas" y "malas", como si nuestro valor dependiera de cuán bien podemos domesticar lo que sentimos. Pero la verdad es que todas las emociones tienen su función y negarlas solo nos enferma, nos aísla y nos obliga a fingir, creando más distancia entre la gente que más nos importa.

Piensa en los espacios donde más te sientes obligado a fingir. ¿Es en el trabajo, con tu familia, en reuniones sociales, en redes sociales?

¿Cuántas veces sonríes cuando en realidad quieres gritar? ¿Cuántas veces dices "estoy bien" cuando en realidad no lo estás?

Fingimos porque creemos que hay un precio que pagar por mostrarnos tal cual somos. El rechazo, la incomodidad ajena, la posibilidad de no ser "suficientes". Pero, ¿qué pasaría si empezamos a cuestionar esas reglas y construimos espacios donde la autenticidad sea bienvenida, sin castigos implícitos?

Crear un entorno donde no haya que fingir, no es solo un acto de rebeldía, es una necesidad. Y es por ello que te comparto lo siguiente: 1. Normaliza hablar de lo que sientes. No necesitas un momento "adecuado" para expresar lo que pasa por tu cabeza. Si puedes hablar de lo que cenaste anoche, también puedes hablar de lo que te preocupa. 2. Haz preguntas profundas. En vez de ¿Cómo estás?, prueba con "¿Qué te ha hecho sentir vivo esta semana?" o "¿Qué es algo que has querido decir, pero no has podido?". 3. Sé un espacio seguro para otros. Escucha sin juzgar ni dar soluciones inmediatas. A veces, la mejor respuesta es solo un "te entiendo" o un "simple" abrazo. 4. No etiquetes las emociones. La tristeza no te hace frágil, la rabia no te hace una mala persona, la alegría no significa que todo en tu vida esté perfecto. Somos un cóctel emocional y está bien SENTIR TODO. 5. Identifica y evita los entornos tóxicos. Hay lugares y personas donde ser tú mismo no solo es difícil, sino peligroso. No tienes que cambiarte a ti para encajar ahí, mejor busca o crea tu propia tribu.

Entonces, si tuvieras la oportunidad de transformar la percepción colectiva sobre una emoción, ¿cuál elegirías? ¿La tristeza, para que deje de verse como debilidad? ¿El enojo, para que se entienda como un llamado a la acción y no como un defecto de carácter?

Alma Delia retrata personajes que habitan sus emociones sin pedir permiso. Nos recuerda que la vida no es solo lo que mostramos de día, sino también lo que sentimos cuando nadie nos mira. Quizás ahí, en la intimidad de nuestras noches emocionales, es donde más nos parecemos a nuestra esencia real.

Si hay algo que podemos aprender de su libro, es que la autenticidad no es una pose que se presume, sino una decisión que se vive. Y construir espacios reales comienza con la valentía de ser quienes realmente somos, sin pedir disculpas.

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/CR

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