Hábitos es todo lo que hacemos durante el día. Cuando nos despertamos, lo que desayunamos, leemos, vemos.
Estos días comencé a escuchar por todos lados acerca del libro “Hábitos Atómicos” de James Clear, así que lo leí y esto es un poco de lo que aterricé.
El libro nos da consejos bastante puntuales para lograr alcanzar nuestras metas. Y lo que dice Clear es que nada tienen de especial ni extraordinario la gente que logra GRANDES cosas, sino que “sólo” tienen mejores sistemas. Sistemas que convierten en acciones diarias… en compromisos pequeños que realiza religiosamente y sin falta, todos los días, y a esto les llama ‘metas momentáneas’.
Entonces, lo primero que tenemos que hacer es tener muy clara la meta que queremos lograr a largo plazo, pero traerla YA, en el corto plazo, en pequeños pasos que vamos a comenzar a realizar. Einstein decía que somos el resultado de nuestros hábitos, así que si queremos obtener otros resultados, tenemos que hacer cambios en lo que hacemos todos los días.
Para lograr lo que queremos hay que saber que existen tres capas que tenemos que sacudir para obtener cambios. En la primera capa, que es la más superficial, están nuestras metas “finales” o de largo plazo; por ejemplo, bajar 10 kilos, escribir un libro, correr 10 kilómetros, estar más saludable, etcétera.
La segunda capa es el proceso de cambio, es decir, cambiar nuestro sistema / nuestros hábitos, incorporar nuevas rutinas y eliminar hábitos que frenan nuestro empuje. En este caso podría ser evitar hoy el azúcar o los lácteos, escribir 10 minutos después de cenar, correr 100 metros más durante mi entrenamiento, etcétera. Y en la tercera capa está nuestro cerebro reptiliano, que es el que contiene todas nuestras creencias LIMITANTES.
Clear explica que si no cambiamos nuestra percepción, juicios y creencias, no lograremos generar cambios. En esta capa nos vamos más profundo y podríamos empezar por cambiar nuestra narrativa, la forma en que nos vemos y nos tratamos y, sobre todo, revisar la razón por la que queremos hacer ciertos cambios, los cuales tienen que venir de uno mismo y no por los demás ni por encajar.
Sumado a lo anterior, cambiar nuestra narrativa significa, en los ejemplos anteriores, hablarnos más o menos de la siguiente manera: Yo SOY flaca, en lugar de decir “quiero ser flaca”. Yo SOY escritora, NO “quiero escribir”. Yo SOY una gran corredora, en lugar de “quiero correr más kilómetros en menor tiempo”. Empieza a hablarte así para jugar con tu plasticidad cerebral e ir implementando los cambios a nivel neuronal; aunque al principio no te la creas.
Entonces, la forma efectiva de cambiar hábitos, primero es hacer una lista de TODO lo que hacemos en el día. Revisar cuales habitos ejecutamos automáticamente, por ejemplo, lavarnos los dientes después de comer. Una vez identificados y después de esta acción, implementamos el hábito nuevo, ejemplo “hacer 10 lagartijas, escribir unos minutos, etcétera” y después meter, si o si, una RECOMPENSA, que podría ser tomarme el café que amo, ver el programa que me gusta, etcétera. Recuerda que la ley de la recompensa dice que aquello que nos da recompensa, lo hacemos más fácil.
Así que recuerda: “El éxito es el producto de nuestros hábitos cotidianos, NO de transformaciones drásticas que se realizan una vez en la vida”. (J. Clear, pg. 29). Y todos, todos, podemos lograr cambios extraordinarios.