Puebla
En 2014, Olimpia Coral Melo Cruz fue víctima de la difusión de un video íntimo, por parte su pareja, sin su consentimiento. Eso detonaría una de las luchas más importantes en el México moderno para cumplir con los principios de una vida libre de violencia contra las mujeres. La valentía, templanza y persistencia de Olimpia llevó a las autoridades de todo el país no sólo a tomar su caso sino a crear una ley en la materia. En Puebla, en 2018, la Ley Olimpia fue una realidad. La Asamblea de la Ciudad de México catapultó el tema al epicentro de la vida nacional, pero antes ya había muchos estados en donde la ley había sido aprobada. Leticia Ánimas Vargas es una reportera de toda la vida y su centro de operación fue El Guardián de la Sierra, un periódico regional que no le pedía nada a los grandes medios nacionales. Fue justo en ese medio, en donde Lety exploró por primera vez el caso de Olimpia. Este viernes 11 de diciembre, Olimpia Coral Melo recibirá por parte del Ayuntamiento de Huauchinango la distinción como ciudadana distinguida. Reproducimos este reportaje por ser de interés para nuestros lectores.
Por Leticia Ánimas
Huauchinango, Pue, 2014.
“Ojalá no amaneciera o estuviera muerta para que nadie me señale ni me denigre como mujer. Porque terminas de ser persona y pasas a ser la burla de todos”. Eso pensaba de sí misma una de las víctimas de acoso cibernético en Huauchinango donde se han creado más de 15 páginas que propician este tipo de violencia de género.
Varios intentos de suicidio, desarraigo, mutismo y encierros han provocado la aparición en la web de fotografías de mujeres de todas las edades, profesiones, clases sociales, religiones y militancias políticas sobre las que se ejerce no sólo la violencia verbal de quienes son adictos a estos sitios, sino los señalamientos y la condena “social” de quienes las califican como “víctimas propiciatorias”.
“Ellas tienen la culpa porque se tomaron esas fotografías con poses tan atrevidas, porque se dejaron fotografiar sin ropa, porque enseñaron las tetas y las nalgas. Porque no se tienen respeto. Ellas provocaron lo que les está sucediendo”, puede leerse en algunos grupos de discusión virtual.
A pesar del enorme paso dado por una de ellas al denunciar en un foro público lo que está ocurriendo contra las mujeres de este municipio el asunto no ha logrado ser visibilizado como un problema social y sigue siendo tratado, por muchos y muchas, como “el chisme del pueblo”.
En lo que va de este año, en el estado de Puebla se han denunciado más de 3 mil 500 casos de violencia contra las mujeres en las redes sociales desde páginas con denominaciones que contienen palabras como “pirujas, putas, tetas, rólalas” donde se exhiben fotografías y videos de mujeres jóvenes, mayoritariamente, de distintas ciudades de la entidad, muchas de ellas obtenidas de los propios perfiles de las víctimas, donde se les agrede con alusiones explicitas al ejercicio de su sexualidad o su apariencia física y se pone en entredicho su manera de vestirse.
En la entidad, según la Red de Mujeres contra la Violencia de Género, hay más de 600 páginas de este tipo, que son visitadas por cientos de personas. En una hora ‘Huauchinango sin chacas’, citan, obtuvo más de 250 likes y tienen 3 mil 490 seguidores que en el mejor de los casos hacen mofa de quienes aparecen ahí, y, en el peor, las extorsionan.
LA PESADILLA
Ojalá mañana no amaneciera o estuviera muerta para que nadie me señale, ni me mire. Terminas de ser persona y pasas a ser la burla de todos, tú misma te crees eso de que no eres persona, que tú eres la señalada, tu misma te sientes culpable y crees que lo que hiciste está mal. Es un síndrome de persecución que no te lo acabas, cuenta una de las víctimas de violencia cibernética en la Sierra Norte.
De pronto empecé a recibir muchísimas solicitudes de amistad de Facebook.
Me empezaron a llamar a mi teléfono personas que ni siquiera conocía. Una noche una amiga me llamó y me dio que estaban “amenazando” en una página que si en 10 minutos se juntaban más de 800 “me gusta” iban a subir mi video, me llamaban la “gordibuena de Huauchinango”.
“Entré en pánico. Yo sabía que había hecho un video mi expareja. Con mis amigas intentamos bloquear las páginas, pero no pudimos, de pronto vi que no sólo estaba la amenaza sino decía mi nombre, dónde vivía, quién era, el link a mi Facebook. Mi foto, obviamente la tomaron de mi perfil y decían: ‘conózcanla, ¿la quieren ver desnuda?”, sigue Olimpia quien ahora dirige la organización Contra la Violencia a las Mujeres a través de nuevas tecnologías.
Tres días después anunciaron que subirían el video solamente por 10 minutos “si no Facebook nos va a cerrar la página. Así que descárguenlo. Y al parecer no se veía porque mucha gente, algunos conocidos míos y sin seudónimo empiezan a ofrecer programas para poderlo ver. Y los que no pudieron lo pedían otra vez o se ofrecían a pasárselo por otros medios”.
Entonces vino la extorsión. “Me pidieron de todo para que no siguieran subiendo el video. Lo único que se me ocurrió fue decirles que estaba bien, que cuanto es lo que querían o qué era lo que querían y me dijeron que yo pusiera la cantidad, la fecha y la hora. Pero me di cuenta que yo no iba a impedir que lo subieran a la red porque a fin de cuenta ya lo habían hecho”.
El mundo le cayó encima. Lo que siguió fue la sensación de que su vida profesional y social había terminado.
Se encerró tres meses. “Mis amigas me decían que la gente decía que estaba acabada, que no tenía futuro.Entonces te llenas de coraje. Tienes rabia. Quisieras meter a todos en una cápsula y echarle una bomba para que dejen de hablar de ti y no encuentras solución”.
“Hay gente que ya te conoce las nalgas. Que ya te conocen las bubis, pero tú ni siquiera los conoces a ellos. El que era mi novio, con el que hice el video, me cortó. Me dijo que le daba mucha vergüenza. Que él no podía vivir así. Que no podía ir de mi mano y que dijeran ‘esa es la del video’. Aunque él estuviera en el video conmigo, pero a él no se le ve la cara”, añade.
CIERRAN UNA Y ABREN CINCO
Cuando se armó de valor y empezó a revisar las páginas donde agredían a varias mujeres se dio cuenta que su caso no era aislado, ni único. Que en el municipio había por lo menos seis páginas para ejercer este tipo de violencia. Que si cerraban una, abrían otras cinco.
Que la violencia hacia las mujeres se ejercía no sólo en fotografías o videos con contenido sexual, sino se le violentaba por ser gordas, flacas, por tener un lunar o el caso extremo que halló de una niña de entre nueve y 10 años. “Una gordita que iba caminando por la calle y le sacan una foto y le ponen ‘¿qué es esto? Animal, cosa o humano. Opinen. Y tenía 37 comentarios.
‘Es una vaca, es un extraterrestre. Pinche vieja ojalá se mate. Está tan fea.’ Esa niña iba caminando por la calle, cuando alguien le tomó la foto. Y entonces me puse a pensar cómo la buleaban y me pregunté ¿qué está pasando?”.
Así se enteró de otros casos, incluso de algunas otras jóvenes mujeres que habían acudido al Ministerio Público a denunciar y no pasaba nada. Que las denuncias no procedían porque no tenían pruebas para para darlas a conocer ante la autoridad.
“Una vecina me dijo que ya habían dado a conocer el asunto a la policía cibernética, pero les pedía muchos requisitos para poder bloquear la página y que no estaba en sus facultades. Eran estudiantes del Colegio de Bachilleres a las que fotografiaron cuando entraron al baño y metieron el celular por debajo de la puerta para retratarlas”.
Cuando subían esas fotos a la red aparecían con santo y seña: nombre, domicilio, edad, va en el salón tal, cursa tal grado, su número de teléfono es tal.
Así, señala Olimpia, se dio cuenta que esto iba más allá de la burla y la comidilla entre estudiantes. Los creadores de las páginas se empezaban a profesionalizar. Pero al mismo tiempo surgió la solidaridad entre las víctimas. “Hasta pensaban en una huida colectiva. Y eso nunca iba a poder ser”.
Menos para las adolescentes que todos los días deben ir a le escuela y enfrentar las agresiones virtuales y reales. “El de ellas es un sentimiento que no encuentra salida.
Entre más jóvenes, pues, creo que han sido más vulnerables y son el grupo en que más han intentado quitarse la vida”, añade.
“Yo me tomé un video, me han dicho que soy víctima propiciatoria. Pero hay otras a las que les han robado las fotos de sus muros, otras que ni siquiera saben que las han publicado y 99.9 por ciento de las personas que aparecen en esas páginas son mujeres. Así que no me queda duda que son actos misóginos”, indica Olimpia.
LA NUEVA CARA DE UN PROBLEMA SIN RESOLVER
Para Ana Jetzi Flores Juárez, especialista en temas de género, la violencia contra las mujeres en el ámbito virtual no debe sorprendernos. Pues sólo es el “nuevo rostro” de un viejo problema que se expresa en la cotidianidad y que ahora “gana un espacio más”.
“Si la violencia contra las mujeres figura en las redes sociales virtuales, es sólo porque nuestra sociedad ha sido incapaz de erradicar la violencia contra las mujeres”, dice con certeza. Y solamente tomaron otro espacio, debido a que las relaciones entre hombres y mujeres “no se limitan a la interacción cara a cara, pues cada vez es para más personas, lo virtual es un medio por el cual crean, mantienen y recrean sus vínculos sociales”.
Así como el paso de lo analógico a lo digital, la llegada de lo virtual, y con ello, de las redes sociales virtuales, ha favorecido la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres para “transformar un orden patriarcal en el que lo femenino es inferior, objeto de burla, violencia y que en su expresión más cruda ha cobrado la vida de las propias mujeres… las redes sociales virtuales también han sido un escenario más del ejercicio de violencia contra las mujeres”, asevera.
Así que “en las redes sociales virtuales, podemos encontrar varones que asumen sin dudar, públicamente posturas misóginas y machistas. (Pero) También encontramos en ellas varones que presentan un rostro distinto al propio, que construyen una imagen masculina misógina y machista que busca la aceptación de los primeros, de quienes probablemente, hasta han recibido una fuerte dosis de violencia y coerción; los segundos, generan una imagen que dista de lo que son, pero que desearían ser: varones seguros de sí mismos, con iniciativa sexual, acosadores y violentos que actúan y piensan como hombres”.
La exacerbación del imaginario masculino violento se suele observar con frecuencia en las redes sociales en forma de publicidad, de memes, de bromas entre amigos/as, apunta Ana Jetzi.
Por ello, las redes sociales virtuales reflejan nuestra realidad sexista, pero también expresan el imaginario de otros tantos, que aspiran al ideal de varón violento, y que parecen encontrar un espacio de concreción en los medios virtuales, amparados o no por el anonimato.
Lo que no es un asunto menor es que la violencia contra las mujeres en las redes sociales virtuales se da en un ámbito público y “tanto en éste, como en cualquier otro ámbito, debería ser materia del Estado erradicarla”, añade.
Si no se evita que en el espacio público se promueva la violencia contra las mujeres (psicológica, sexual o del tipo que fuere), se está reforzando la reproducción y normalización de la violencia. “Y recordemos, la violencia en el espacio público se traduce en la exclusión de las mujeres de dicho ámbito”.