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Vivir en Bacalar

Vivir en Bacalar

Columnas miércoles 03 de marzo de 2021 - 00:26

Escribir del paraíso siempre ha sido difícil, pues es algo muy relativo y también subjetivo. El paraíso en donde converge la naturaleza y todo tipo de magia circunstancial también conlleva todo un conflicto con la modernidad y la tecnología.

Lo menciono porque a pesar de que llevo solo algunos días en un edén natural, también siempre vivo con el miedo de que en algún momento no pueda tener internet para hacer mis labores diarias y ese día llegó justo 10 días después de mi llegada.

El clima atípico comenzó con un día soleado en Bacalar, luego pasó repentinamente a un cielo nublado por doquier y acabó con fuertes vientos, una lluvia fuerte y una falta de internet en todo el sitio en el que vivo.

Para mi suerte, justo en el centro del pueblo hay cantidad infinita de sitios para todos los perfiles en donde el WiFi está ilimitado y sin problema alguno, así que tuve que tomar la bicicleta que una amiga me prestó, manejar por cuatro kilómetros en una carretera, aclarando que ni siquiera en la ciudad había podido tomar la bici, solo me había limitado al pueblo en donde mi mamá vive y en el cual siempre iba a unas tres calles por tortillas o cecina.

Lo cierto es que cuando se te presentan situaciones como estas lo único que quieres hacer es ser responsable y cumplir con tu trabajo y dejas de pensar en todo lo que se te puede cruzar por el camino, así que después de una travesía llegué con bien a mi destino, tomé un smothie de frutos rojos y terminé lo más rápido que pude mis diligencias laborales.

Al término del día pude regresar sana y salva a casa, después de que un amigo me trajera de vuelta con todo y bici, me conecté y justo ahora el internet había vuelto.

Me quedé pensando en todo este día, que si bien no puedo llamarlo caótico o desafortunado, puedo describirlo como nuevo. En todos los sentidos de la palabra llegó este día para que me diera cuenta de cosas tan sencillas como el hecho de que la tecnología es indispensable aunque no lo queramos admitir y que si un obstáculo se pone enfrente, hay una bici siempre a tu alcance para poder pasarlo, y si no es una bici, siempre será una mano amiga que te apoye y te haga sentir más fuerte y seguro.

Bacalar es ese hogar del que no te quieres ir, es ese sitio mágico que quieres cuidar después de que te das cuenta que poco a poco se va deteriorando, que los monocultivos, la llegada de civilizaciones sin ningún cuidado del medio ambiente e incluso el mismo “desarrollo” en forma de nuevos complejos hoteleros están acabando con ella, sin dejar de mencionar también el turismo inconsciente que a pesar de que saben en qué lugar se encuentran siguen practicando acciones insólitas e inconscientes como el no cuidar los estromatolitos, hacerse faciales con minerales de la Laguna, tirar basura, entre muchas cosas más.

Basta ver tan solo lo complicado que ha está haciendo para la Laguna recuperar sus colores, hoy en día solo se llegan a distinguir dos tonalidades de las siete que la caracterizaba, pero a pesar de todas las malas conciencias alrededor de ello es que también siempre habrá algo rescatable como las múltiples campañas a favor de la limpieza, la difusión mediática para hacerlo notar y sobre todo la vida que muchos de aquí llevan para poco a poco llegar a impactar de forma positiva en la naturaleza y su alrededor.

Me basta conocer poco a poco mi alrededor para saber que separar la basura es algo indispensable, hacer composta es también algo de otro mundo pero tan necesario que está al alcance de todos, así como respetar el ecosistema en todos los sentidos.

Me queda seguir admirando la Laguna, pues estoy consciente que es el comienzo de tanto que puedo aprender de ella.


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/CR

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