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Una ciudad vale por sus librerías

Una ciudad vale por sus librerías

Columnas martes 11 de agosto de 2020 - 08:53

Pertenecientes a una época arcaica, la modernidad de las ciudades no se calificaba por la conectividad a las redes de internet, sino por el acceso a las librerías.

En el México de la década del siglo pasado, los jóvenes escritores acudían a la Librería Francesa, donde Monsiváis compraba Cahiers du Cinema o a la famosa librería Zaplana de San Juan de Letrán número 41.

Ahí encontraban las novedades bibliográficas de la época. Se embebían en las novelas de William Faukner mientras los próceres de la nación elogiaban el “milagro mexicano” y los novelistas del status quo nacionalista denostaban la narrativa de Carlos Fuentes.

En la novela Los Detectives Salvajes del escritor chileno Roberto Bolaño, el personaje Juan García Madero, aspirante a escritor, busca con afán a Ulises Lima y a Roberto Belano en las librerías de la Ciudad de México.

Pero en la librería Lizardi de Donceles se encuentra García Madero con Carlos Monsiváis, a quien mira de reojo.

Muchas pasiones inician con los encuentros y desencuentros que suceden en las librerías.

Algunas se vuelven lugares de culto.

Una librería nos recuerda la imposibilidad de la lectura.

Somos aquellos que leemos, podría emitirse esta sentencia.

Pero más bien, somos aquellos que no leeremos jamás.

Ninguna librería es exhaustiva, como ningún libro es exhaustivo.

Por eso Borges, soñó con una Biblioteca (no una librería) que contiene todos los libros, los del pasado y los del futuro.

En el relato, Epígrafe del escritor poblano, Gerardo Oviedo, en un largo monólogo, aparece una clara referencia a las librerías locales: “Yo sabría después, que siempre, andabas en busca de las novedades literarias; ibas a Sanborns a comprar los premios Alfaguara, Planeta, Tusquets. A Profética, los libros de escritores que admirabas, y que, al mismo tiempo, con energía soterrada, envidiabas: Junnot Díaz, Henning Mankell, Baricco …”
Las librerías y los cafés hacen de las ciudades lugares memorables. Porque nos hacen mirar al mundo como textos, al estilo del personaje, Horacio Riba, en la novela Dublinesca de Enrique-Vila Matas: “Tiene una notable tendencia a leer su vida como un texto literario”.


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/CR

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