La primera elección judicial dejó un amargo sabor de boca.
Los llamados al voto fueron insuficientes para que la gente se desbordara como en cualquier otra elección constitucional.
Ni la revocación de mandato o la consulta para juzgar a los ex presidentes de México despertó tan poco interés.
En mi casilla, a las 13 horas, había cinco personas votando y una más en fila de espera.
Tomé mis boletas y apenas pude reconocer unos cuántos nombres.
Ubiqué a las candidatas y los candidatos por algún detalle, más que por trayectoria y/o resultados.
Las listas eran asfixiantes.
No había tiempo para diferenciar uno del otro.
Sin información previa era difícil identificarlos.
Vi que dos ciudadanos llevaban sus apuntes por escrito.
No vi acordeones impresos a colores, solo notas caseras.
Los funcionarios de casilla comentaron la baja afluencia.
Un ciudadano que preguntó a la mera hora: “¿Cómo se vota?”
Una señora desconfía al depositar seis boletas electorales en una sola urna.
“La fiesta de la democracia” parecía un funeral adelantado.
El INE dará a conocer resultados en un plazo máximo de 10 días.
Esta elección marcará la historia del país por el desaseo en la selección de participantes y la profunda desconfianza de la gente sobre la certeza del resultado.
Mención aparte la valentía del presidente de la casilla 1768 B en la junta auxiliar de Santa María Moyotzingo en San Martín Texmelucan, que a pesar de las amenazas recibidas en su domicilio y el robo de 500 boletas electorales bajo su resguardo decidió presentar la denuncia.
Otros incidentes registrados en Huejotzingo fueron el robo de al menos tres paquetes de papelería electoral en la casilla 660-B.
También en las secciones 572 y 573 del municipio de Huaquechula donde sujetos desconocidos amenazaron a funcionarios de casilla para que entregaran las boletas electorales.
Y, por supuesto, un reconocimiento a los ciudadanos que aceptaron la invitación del INE, sin poner excusas ni pretextos; así como de la gente que mostró interés por salir a votar y/o anular el voto.
Ahora bien, ¿y después que viene?
Estamos en el hoyo de la justicia o dicho de otra forma en el paraíso de la impunidad.
La prueba de fuego será la independencia del Poder Judicial.
Prendamos veladoras para que los virtuales ganadores de las posiciones clave en la impartición de justicia sean los mejores en cuanto a conocimiento y escala de valores.
El reto diario de todos los elegidos es ejercer sus responsabilidades con ética, criterio y enfoque de género.
En México ofician 6 mil 707 jueces y magistrados, un promedio de 5.2 jueces por cada mil habitantes, menos de una cuarta parte del promedio que recomienda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Por esa razón no necesitamos más jueces corruptos, negligentes ni flojos.
Ni tampoco juzgadores doblegados a los designios del poder gubernamental, político ni económico.
Si la impartición de justicia mejora habrán callado bocas, pero si empeora, que el voto de castigo contra la imposición de candidaturas se haga presente en futuras elecciones.