Noticias Finales de la Irrupción en Huauchinango (lo que no se vio)
Columnas
Han surgido más elementos para entender lo que ocurrió durante el inesperado arribo —al recinto ferial de Huauchinango— de los manifestantes que demandaron, entre otras cosas, ser incluidos en el censo de damnificados del huracán Grace.
Todos ellos forman parte del Movimiento Independiente, Obrero, Campesino, Urbano y Popular ligado a la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (MIOCUP-CNPA).
La CNAP nació a finales de los años setenta en Milpa Alta y está ligada al célebre movimiento de los Sin Tierra, de Brasil.
Los manifestantes pasaron sin problemas la primera valla metálica custodiada por elementos de la Guardia Nacional y se apostaron a unos metros de la segunda valla.
Ahí se formaron —como militares haciendo honores a la bandera— al tiempo que una señora robusta les daba instrucciones con voz de sargento.
Parecía una parodia.
No lo era.
Incluso, la mujer les decía —siempre con voz fuerte y de mando— que metieran las panzas.
Ahí estuvieron haciendo maniobras hasta que el presidente López Obrador arribó a bordo de una camioneta al lugar.
Al abrirse la valla, surgieron los empujones y los gritos.
Presente en el lugar, el ex senador Alfonso Zegbe fue empujado por los militantes de la CNPA.
Un despistado le dijo al presidente: “¡Son antorchos, señor!”.
Más tarde, una vez que el foro organizado en conjunto con el gobernador Miguel Barbosa Huerta transcurría con normalidad, los integrantes de la CNPA le dieron tres empujoncitos a la valla y ésta cedió, sin que los elementos de la Guardia Nacional intentaran algo para evitarlo.
Los manifestantes corrieron en dirección del lugar donde se realizaba el foro.
Abdías Orduño Picazo y su esposa Paty iban al frente, como lo estuvieron desde el principio: gritando, dando órdenes, retando a los uniformados.
En contra de toda lógica, no hubo un solo vidrio roto ni una puerta dañada cuando la CNPA ingresó al recinto.
Las puertas se abrieron mágicamente.
Igual que las vallas metálicas.
Al escucharse los gritos en la transmisión vía Facebook, que hacían a través del muro del gobierno de México, los camarógrafos hicieron diversos juegos de cámaras para no perder detalle de la irrupción.
(Esto también es parte significativa de este teatro de lo absurdo).
Abdías gritaba toda clase de consignas, mientras Paty, su mujer, lograba llegar hasta donde se encontraba el presidente de México.
Nadie la detuvo: ni la Guardia Nacional ni el Ejército, ni la seguridad de López Obrador.
“¡Quieren matar a mi familia, licenciado!”, le gritó a unos centímetros.
En ese momento, Abdías corrió por la parte interior de la herradura en la que se encontraban el presidente, el gobernador y los funcionarios federales y estatales.
Antes de llegar a unos centímetros del presidente, hizo un ademán de golpear a un funcionario federal.
Ya ante AMLO, Abdías gritó algo en contra de Ardelio Vargas Fosado.
López Obrador llamó al diálogo y a la calma.
Los militantes de la CNPA aplaudieron sus palabras.
Y así siguieron todo el tiempo: sin el afán de agredir a nadie, sin gritos en contra del presidente, absolutamente respetuosos y aplaudidores.
Una vez que éste se fue —y quedó la comisión encabezada por la secretaria de Seguridad Pública y el titular de Bienestar—, Abdías tomó la palabra y dijo que si alguien se metía con él tenía una pistola para enfrentarlo.
Luego confesó que estuvo a punto de ser candidato de Morena a un cargo de elección, pero que (Alejandro) Armenta y (Edgar) Garmendia lo impidieron.
A ellos los acusó entonces de vender candidaturas en toda la sierra norte.
Ya lo demás lo saben sus mercedes.
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/CR
