Eduardo Rivera Pérez, presidente municipal de Puebla y líder de facto del PAN en el estado, enfrenta un dilema en su futuro político: postularse como candidato a la gubernatura o buscar la reelección en el Ayuntamiento.
Hoy en día Lalo es el perfil de la oposición con mejores números en cuanto a nivel de conocimiento y preferencias electorales entre los potenciales votantes de cara a la sucesión gubernamental de 2024.
Otros nombres por el PAN, como Genoveva Huerta, Nadia Navarro y Humberto Aguilar; o por el PRI, Blanca Alcalá, Jorge Estefan Chidiac, no aparecen como figuras competitivas, por ahora.
De ahí que en el Comité Ejecutivo Nacional de su partido e incluso en el priismo y en el perredismo, vean a Rivera Pérez como el aspirante idóneo para que los represente en la boleta y ganar la elección a Morena.
No obstante, hay indicadores que provocan este dilema. Uno de ellos es la alta competitividad del partido en el poder como marca.
En las encuestas más recientes –locales y nacionales– el Movimiento Regeneración Nacional aparece en un rango de 40 a 45 puntos porcentuales, en la medición por la gubernatura.
Las preferencias electorales de la oposición, como coalición, oscilan entre 35 y 42 por ciento, con la precisión de que siempre por debajo del morenismo.
Si Lalo va a la contienda para suceder a Sergio Salomón Céspedes Peregrina, su probabilidad –al corte del 15 de marzo pasado– es de perder por un margen de cinco puntos.
¿Estas cifras se pueden modificar? Por supuesto, toda encuesta es una imagen del momento en que se levanta y, por consiguiente, dependiendo de una serie de factores, los resultados pueden verse alterados.
Las marcas partidistas con perfiles determinados se perciben diferente; no obstante, los careos se vuelven muy cerrados entre Eduardo Rivera y Alejandro Armenta o Ignacio Mier, que si bien pueden significar un 50-50 de probabilidades de triunfo, tiene el mismo peso en el escenario de la derrota.
De ahí la idea de que Lalo analice el panorama y deje pasar la contienda por la gubernatura para quedarse a luchar por la reelección, con el punto a favor de que su nivel de conocimiento y preferencias electorales en el municipio de Puebla son mayores que a nivel estatal.
No es lo mismo operar políticamente una elección en los 217 municipios de la entidad a solamente en la ciudad y sus juntas auxiliares.
Para eso, obviamente, se necesitan operadores y los del PAN, efectivos durante el morenovallismo eran priistas y, ahora, muchos comenzaron a incorporarse a los equipos de los aspirantes de Morena.
No significa que el blanquiazul carezca de operadores; los usó para la elección de la dirigencia estatal en la que ganó Augusta Díaz de Rivera, pero no son todos los que se necesitan para una elección como la que se avecina.
El PRI reducido a su mínima expresión, y con una desbandada cada día mayor, no garantiza el éxito en el estado.
El PRD borrado, peleará por mantener el registro en Puebla más que por aportar a una causa, por más que sea parte de la coalición.
Estos factores son determinantes. Eduardo Rivera medita si puede revertir las tendencias en preferencias electorales, quiénes pueden ser sus operadores y su fuerza real en la entidad.
Hoy por hoy sabe que es más fuerte en la capital, de ahí que no emita una definición clara y contundente de su aspiración, por lo que seguirá “deshojando la margarita” hasta diciembre, cuando ya no habrá margen de maniobra.
CAJA NEGRA
El presidente municipal de Puebla enfrenta su déjà vu. En 2018 buscaba la gubernatura y, después del conflicto con Rafael Moreno Valle, logró una negociación que lo llevó a la boleta por el Ayuntamiento.
Perdió esa contienda ante Claudia Rivera Vivanco por el efecto que representó Andrés Manuel López Obrador; sin embargo, él sabía que su mayor potencial estaba en la capital del estado, de ahí que no hubo renuencia en formar la dupla con Martha Erika Alonso.
En unos meses vivirá esa situación y deberá decidir entre la gubernatura o la presidencia municipal de Puebla.