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Colosio y el México que no pudo ser

Colosio y el México que no pudo ser

Columnas domingo 24 de marzo de 2024 - 23:08

Treinta años han pasado desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta en Lomas Taurinas, Tijuana y la duda histórica sigue flotando en el aire. Lo que sigue siendo una incógnita es, definir las causas políticas que llevaron a la ejecución del malogrado candidato presidencial del PRI, aquel 23 de marzo de 1994.

La historia de los magnicidios es la misma. Nunca se llega a saber a ciencia cierta, quién o quiénes son los autores intelectuales de esas ejecuciones, que se tipifican como crímenes de estado.

En el caso de Luis Donaldo, no fueron suficientes las indagatorias de cuatro fiscales especiales, designados por los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León.

En una carta hecha pública, de fecha 3 de diciembre de 1995, el ex presidente Salinas, denunció como culpables a un grupo político,

encabezado por el ex presidente Luis Echeverria Álvarez y conformado por personajes como Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Adolfo Aguilar Zínser e Ignacio Ovalle.

Hoy se habla de la posible liberación de quien fue condenado como el autor material del crimen político, Mario Aburto, como otra forma de querer sepultar en el pasado el asesinato de Colosio y con ello enterrar el legado que en corto tiempo de campaña habría construido el ex candidato presidencial del PRI.

Han tenido que pasar 30 años para darnos cuenta de que la muerte de Colosio fue el inicio del franco deterioro que se empezaba a vivir en el régimen político que el PRI construyó como partido en el gobierno. La estabilidad política que duró 70 años se empezaba a desquebrajar en 1994.

Colosio quiso primero, reformar al partido en la XIV Asamblea Nacional siendo su dirigente, para después reformar al poder político desde la Presidencia de la República, cosa que tampoco pudo llevar a cabo, al ser víctima de un crimen que no solo le quitó la vida a Luis Donaldo, sino que también puso al descubierto la crisis que empezaba a vivir el Sistema Político Mexicano y que la llegada de su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo a la Presidencia de la República, terminó por dar la puntilla al régimen priista.

Primero estableciendo una sana distancia del presidente con su partido y después declarándose el más neoliberal de los políticos, sin filias y sin fobias, para así justificar la entrega del poder al foxismo. Es en ese proceso de alternancia presidencial, donde inicia lo que hoy conocemos como el prianismo.

Bien lo decía Donaldo. El gobierno actúa y el partido resiente. La herencia del Fobaproa de Zedillo sigue afectando a millones de mexicanos, al convertirse en una deuda histórica. El colmo del cinismo de este personaje es quererse erigir en estos momentos electorales, como adalid y defensor de la democracia mexicana, haciéndole el juego a los intereses del extranjero a los que ahora sirve como empleado de la Union Pacific y ALCOA, además de ser miembro de los consejos de administración de diferentes corporaciones internacionales.

Hoy los restos de Luis Donaldo descansan en su natal Magdalena de Quino, pero su corto legado político sigue vivo en la memoria histórica del México profundo que aún tiene hambre y sed de justicia.

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/CR

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