Ya no hay más que discutir, transcurrida prácticamente una semana después de la elección de las y los integrantes del Poder Judicial ha quedado en evidencia la operación para encumbrar en posiciones clave a afines al régimen.
Así se trate de perfiles identificados plenamente con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, o con la actual mandataria, Claudia Sheinbaum Pardo, responden a las ideas de la 4T.
¿Es grave? ¿Pone en entredicho el sistema de impartición de justicia en México? ¿Doblega al Estado de Derecho?
Por donde quiera que se vea este asunto, la selección de los perfiles tanto para la Suprema Corte de Justicia de la Nación como para el Tribunal de Disciplina Judicial eliminó el criterio de imparcialidad.
¿Cómo puede documentarse dicha condición sin antes asumir los cargos y ejercerlos?
De primera instancia no es arrebatado suponer la pérdida de la imparcialidad en la aplicación de la justicia cuando el 100 por ciento de las y los electos para esas dos instituciones ocuparon cargos en la administración pública o asumieron encomiendas políticas o aún ejercen posiciones en Morena o sus gobiernos.
La prueba de fuego vendrá cuando en la Suprema Corte deba discutirse un asunto de interés para el gobierno federal, ahí demostrarán si aplican criterios de constitucionalidad o de afinidad político-partidista.
Hugo Aguilar, como virtual presidente de la Corte, Lenia Batres, Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz, Estela Ríos, Arístides Guerrero, Sara Herrerías, Irving Espinosa y Giovanni Figueroa, están llamados a tirar el estigma de ser resultado de una elección operada desde las entrañas del poder político, vía la movilización y uso de acordeones y ejercer con plena justicia.
No es momento de demagogia. El anhelo es que asuman despojándose de intereses y aplicando en los hechos una justicia para el pueblo, pero se ve lejos de cumplirse.
Por otra parte, las y los que se perfilan para integrar el Tribunal de Disciplina Judicial no se salvan de la vinculación con la 4T.
Las cinco personas que encabezan las votaciones son las mismas que aparecen en el ‘acordeón del bienestar’.
Bernardo Bátiz, un político veterano que pasó de la derecha a la izquierda y se alineó fielmente a las ideas de López Obrador ya muchos años atrás. A sus 89 años de edad y con una dosis de morenismo será uno de los vigilantes de las actuaciones de las y los integrantes del Poder Judicial.
A la lista se integran Verónica De Gyves, Indira García, Rufino León y Celia Maya, en todos los casos con actuaciones cercanas al grupo del poder.
Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum decía que nunca existió intención de controlar al Poder Judicial lo dice bien, porque no es necesario, tanto en la Suprema Corte de Justicia como en el Tribunal de Disciplina Judicial hay afinidad de pensamiento, lealtad y práctica de ideas políticas de la 4T.
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), ‘controlar’ significa “ejercer control o dominio (sobre alguien o sobre algo)”. En una segunda acepción, indica que es “dominar sus sentimientos o sus deseos”.
En ese sentido estricto, insisto, la idea de la dominación resulta innecesaria porque las y los electos responden a la misma línea política y partidista. Dicho en términos de la política mexicana, a la que tanto repudian, pero que tanto práctica, vienen tiempos de ‘nado sincronizado’ en el Poder Judicial con el Ejecutivo y el Legislativo.
CAJA NEGRA
No es la primera vez que Gerardo Fernández Noroña pide respeto para el pleno y la tribuna del Senado, ahora que es responsable de la mesa directiva. Antes, como oposición, nunca le importó.
El episodio entre él y el panista Ricardo Anaya —Lily Téllez no se llevó estos reflectores– son una muestra de la transformación de un perfil pendenciero a uno institucional porque así conviene a su interés personal.
Por otra parte, Anaya hizo un movimiento político que le pone en el centro de la discusión mediática generalmente ocupado por la senadora Téllez.
Estos debates acalorados no benefician a la nación, pero qué bien proyecta en las redes sociales y en la aún no tan obsoleta televisión. Todo sea por unos segundos de exposición ante las y los electores potenciales.