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La Suprema Corte del Acordeón

La Suprema Corte del Acordeón

Columnas miércoles 04 de junio de 2025 - 22:42


No es un asunto menor que en un país que exportó al mundo todo un catálogo de mapacherías electorales durante el siglo XX, haya innovado de manera tan eficiente en un método de inducción del voto como “el acordeón”, capaz de encumbrar sin margen de error a los candidatos más leales al oficialismo de la transformación.

La estrategia era de un realismo tan mágico como enternecedor: “aquí tienes este acordeón, soldado de la transformación, queremos que por primera vez en la historia votes por los candidatos a la Judicatura Federal, pero queremos que lo hagas sólo por aquellos que a nosotros nos conviene”. Y así, con exceso de obediencia: 6 millones 106 mil 573 electores tacharon el número 34 de la boleta de ministros, acción inducida que le permitió a Hugo Aguilar Ortiz, un abogado mixteco que hasta este fin de semana “ni en su casa lo conocían”, llegar a la presidencia de la Suprema Corte del Acordeón.

Me aparto por completo de la caricatura ideológica que el régimen ha montado sobre la persona de Aguilar Ortiz. Se trata de un intento desesperado por sepultar el único dato duro que nos conecta con la realidad del proceso: 87 por ciento de abstencionismo y 12 millones 580 mil 675 de votos nulos.

Y, sin embargo, la 4T en su afán por encontrar la legitimidad perdida, se han cobijado a la sombra de la estatua de bronce de Benito Juárez, con todos los sesgos históricos del oficialismo priista, por cierto. Desde luego el abogado zapoteca que confeccionó parte del pasado decimonónico de México estaba muy alejado de la deuda histórica del “color de la tierra”, más bien se empecinó en “la modernidad y blanquitud” de su tiempo. Pero como eso no viene en “las laminitas” de las papelerías, ni en las páginas de los libros de la Nueva Escuela Mexicana, colgarse de un mito que lleva 153 años muerto y asociarlo con un activista mixteco desconocido, fue la salida más desesperada que encontró el oficialismo para combatir el desprecio de las urnas.

En realidad poco importa si el indigenismo de Aguilar Ortiz es o no genuino, si llegará con toga o ataviado en trajes mixtecos que mucho contribuirán al espectáculo y muy poco a la austeridad republicana, si carece de experiencia como Defensor de Oficio, Actuario, Secretario de Acuerdos, Proyectista, Juez o Magistrado. Lo único que importa es que Aguilar Ortiz es un soldado de la transformación, como cada uno de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia propuestos, en su abrumadora mayoría, por el Poder Ejecutivo de la Federación e impulsados por la democracia del acordeón.

¿Cómo estará el nivel educativo en México que el grueso de la población todavía no alcanza a vislumbrar el peligro en el que cualquiera muy pronto podrá encontrarse? Muy bajo a juzgar por el hecho de que aún ningún estudiante ha desertado de las Facultades de Derecho.

No por nada «impresionante, maravilloso, democrático» fueron las palabras que, con la venia de Palacio Nacional, se colocaron sobre el epitafio de la República; y paradójicamente fueron las mismas que se escribieron en el acta de nacimiento de la autocracia –con elecciones inducidas– en la que México se ha convertido.

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/CR

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