Podemos estar en desacuerdo en casi todas las brujas de las princesas, los hombres de las mujeres, las hijas de las madres, los de izquierda con los de derecha, las esposas con los maridos… pero algo que TODOS tenemos en común es el deseo de tener una larga vida, pero LLENA DE SALUD.
Es por ello que la búsqueda de la longevidad ha sido un tema recurrente desde los cuentos de hadas hasta la ciencia moderna. ¿Qué significa vivir más? ¿Es suficiente contar años o deberíamos enfocarnos en sumar la calidad con la que vivimos? En un mundo donde la magia no nos concede la eterna juventud, algunos pioneros del biohacking como Peter Attia, David A. Sinclair y Bryan Johnson han encontrado en la ciencia lo más cercano a una poción “mágica” para la longevidad.
Peter Attia, en su libro Outlive, propone un cambio radical: dejar de perseguir soluciones rápidas y enfocarnos en prevenir enfermedades crónicas.
Según él, debemos reimaginar la vejez no como una etapa llena de achaques, sino como un periodo pleno, funcional y activo. Para lograrlo, sugiere cuidar cuatro pilares clave: alimentación, actividad física, manejo del estrés y sueño. En lugar de priorizar dietas extremas o modas pasajeras, Attia aboga por un enfoque constante, con ejercicios de fuerza que nos permitan mantener la movilidad incluso en los últimos años de vida. Y lo que si prioriza es mejorar nuestras relaciones humanas. Para vivir mejor, tenemos si o si, cultivar nuestras amistades, la relación con nuestra pareja, amigos, hijos… es decir, cuidar nuestra vida social a la par de nuestro cuerpo y mente.
David A. Sinclair, autor de Lifespan, propone ver el envejecimiento como una enfermedad que puede ralentizarse, e incluso, en sus palabras, “curarse”. Su investigación sobre los genes, la restricción calórica y algunos compuestos como la metformina, han dado con “la clave” para optimizar el funcionamiento celular. Sinclair nos recuerda que pequeños cambios, como ayunos controlados o evitar picos constantes de glucosa, pueden rejuvenecer nuestras células desde adentro.
Por otro lado, Bryan Johnson es el ejemplo viviente del biohacking llevado al extremo. Este empresario ha invertido millones de dólares en su salud para mantener un cuerpo “biológicamente joven”. A través de protocolos rigurosos que incluyen dietas milimétricamente diseñadas, horas exactas de sueño y análisis constantes de sus biomarcadores, Johnson nos muestra hasta dónde puede llegar el compromiso con la longevidad. Sin embargo, a mí me ha llevado a reflexionar sobre hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra vida presente para ganar tiempo en el futuro.
Aun así, el biohacking no se trata sólo de tecnología o suplementos caros; sino también se conecta con estrategias que TODOS podemos llevar a cabo, como el poder curativo del descanso, la conexión con la naturaleza y la importancia de una comunidad sólida. Después de todo, ¿quién puede negar que un propósito de vida es tan esencial como una dieta baja en carbohidratos?
Entonces, la longevidad no es solo un juego de números ni “estilos de vida” caros imposibles de seguir; es una elección diaria. Y es que la verdadera magia radica en encontrar un balance y ese GRAN PORQUÉ, pues la ciencia puede regalarnos más tiempo, pero está en nosotros decidir cómo lo vivimos.