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Tres Amigos en la Prisión del Alma

Tres Amigos en la Prisión del Alma

Columnas lunes 29 de junio de 2020 - 17:44

El gobernador Miguel Barbosa no se anda con juegos.

Mientras en otros estados dejan en libertad a la mamá del Marro o al hijo del Chapo, él —mano firme en tiempos del covid— sigue metiendo criminales a la cárcel.

El caso más reciente es el del Loco Téllez, gran chingón de San Martín y de la Sierra Norte de Puebla.

Dueño de vidas y muertes, Señor de la Gasolina y el Gas LP, padre de un hijo natural: el Huachicol.

Dice el gobernador que ya estaba en tratos con cárteles nacionales ligados a la delincuencia organizada en todos sus giros.

Pez gordo este personaje a su corta edad.

Pez fugaz en aguas rápidas.

(Varias veces que estuvieron a punto de aprehenderlo huyó más rápido que una anguila eléctrica).

Este lunes, en rueda de prensa, el gobernador Barbosa dijo que el Loco Téllez al parecer tenía tratos con José Manuel Valencia, cacique gordo de una asociación de tianguistas que se mueve en San Martín Texmelucan y anexas.

“Al parecer”, dijo como de paso.

Como quien quiere y no quiere.

Con una ligera sonrisa que dice más que cualquier cosa.

Antes había mencionado a Carlos Talavera, huésped permanente del Hospital Guadalupe, aunque preso desde hace meses por actos irregulares cometidos en San Martín Texmelucan.

Talavera, socio y compadre de Valencia, vio pasar sus mejores tiempos y hoy vive en la zozobra.

Los tres —junto con el nuevo huésped— se mueven en la sombra de una prisión del alma, que es como son, en la vida real, los Centros de Rehabilitación Social.



Tango para un Loco. P. tenía 22 cuando fue levantada junto con su novio y un primo de éste.

Comían tacos a la vera del camino, en uno de esos puestos ambulantes que existían antes del confinamiento generado por el covid-19.

Ella era esbelta, guapa, con unos ojos brillantes, maliciosos: ojos que han visto todo, empezando por un infierno lleno de huachicol.

Años atrás, ella presenció la muerte de su padre: un gallero al que le gustaban los caballos.

Ella misma fue la reina del jaripeo por algún tiempo y participó en decenas de escaramuzas charras.

El asesinato de su padre la marcó.

Vio cómo unos hombre llegaron por él y se cobraron deudas de juego y otros agravios.

Lloró como lloran las niñas que lo pierden todo.

Pero eso marcó su carácter.

Desordenó sus chacras.

Torció su destino.

Buscó desde entonces vengar la muerte de su padre.

Años después creyó encontrar al vengador.

Se hizo su novia, siempre en el filo de la barranca.

O al borde del precipicio.

O a unos metros de una toma clandestina de gasolina o gas LP.

Le gustaban los riesgos.

La adrenalina corría dentro de ella como el río Tuxpan.

Y arrastraba botellas de vodka, cigarrillos, latas de jugo de naranja y algunas fotos amarillas.

Un día, los amantes rompieron.

Ella se refugió en un antiguo novio.

Una voz la alertó:

“Te estás jugando la vida. Con el ‘Loco’ no se juega”.

Hizo caso omiso.

Un mediodía de hace algunos meses se reencontró con su mala suerte.

Quiso el destino que llegara su ex junto con varios pistoleros a una taquería montada a la vera del camino en un municipio de la sierra madre oriental, capítulo Puebla.

P. reconoció el operativo de inmediato.

Tipos corriendo, armas de grueso calibre, gritos saliendo de una camioneta, mentadas de madre, miradas que matan…

Todo culminó con un levantón.

Ella, su novio y el primo de éste, fueron conducidos entre golpes a un lugar de la sierra.

Ahí los torturaron —en especial a P.— y los mataron con un tiro de gracia.

(Tiro de desgracia en la nuca pasajera).

Nadie vivió para contarlo.

Sus cuerpos sin alma fueron hallados a la vera del camino.

El ex despechado siguió de enamorado.

En cada pueblo tuvo un amor.

Novia ajena que le gustaba, novia con la que se quedaba.

Varios corridos le han hecho a su leyenda.

Hay quienes los cantan en medio de mujeres y alcohol: esa dualidad brutal en la que se mueve el mundo marginal.

Hoy, Ladrillo está en la cárcel.

Y como dice el tango de Gardel:

“El barrio ya lo extraña. / Sus dulces serenatas ya no se oyen más. / Los chicos ya no tienen a su amigo querido / que siempre moneditas les daba al pasar”.

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/CR

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