Por Guadalupe Juárez
María del Rosario García, una madre buscadora, falleció sin poder encontrar a su hijo, José Armando Juárez García, desaparecido desde hace una década en el municipio de Amozoc.
El Colectivo La Voz de los Desaparecidos en Puebla informó sobre el fallecimiento de una de sus integrantes, debido a su estado de salud, deteriorado en parte por el desgaste de las búsquedas y la incertidumbre de no localizar a su ser querido.
Otras madres buscadoras expresaron su pésame a los deudos y afirmaron que seguirán con la búsqueda de José Armando.
María del Rosario buscaba desde el 31 de marzo de 2014 a su hijo José Armando, un joven de entonces 17 años quien se dedicaba a la albañilería, pero ese día no volvió a casa después de ir a jugar futbol con unos amigos en la junta auxiliar de Chachapa, Amozoc.
Era un lunes, cuando a las 6 de la tarde escuchó que el menor iba a ir a las canchas con cuatro amigos más, pero ya no regresó a su casa, por lo que al día siguiente inició su búsqueda.
Al acudir con los amigos con los que solía juntarse, éstos no le dieron ninguna pista de su paradero y después supo que habían abandonado la demarcación.
En la búsqueda y el martirio de denunciar la desaparición, la madre buscadora fue estafada por abogados que no obtenían avances de su caso, ni siquiera la localización del celular del menor.
Así pasaron los años, mientras María del Rosario acudía a marchas para exigir la localización de su hijo sin ningún avance de dónde podría estar y con la esperanza de volverlo a ver.
Un informe de la asociación civil Idheas sobre las afectaciones a la salud de familiares de personas desaparecidas, en el que se incluyen resultados de una encuesta hecha en 17 estados del país durante febrero de 2022 y junio de 2023, entre ellos Puebla, arrojó que además de un cambio en sus vidas en las que cambian hasta sus actividades laborales por dedicarse a la búsqueda de sus seres queridos, tienen afectación en el periodo de sueño y un deterioro de la salud mental.
Antes de la desaparición, los encuestados dijeron que 41 por ciento padecía ansiedad y después de no localizar a un familiar se elevó al 72 por ciento.
El 23 por ciento indicó que su salud era mala antes de la desaparición, pero el 80 por ciento reportó que su estado de salud empeoró después de vivir la desaparición de un ser querido.
El 79 por ciento de las personas declararon haber desarrollado una enfermedad crónica a raíz de la desaparición de un familiar.