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Echeverría «cumplió con su asesina vida»

Echeverría «cumplió con su asesina vida»

Puebla domingo 10 de julio de 2022 - 22:49

El ex presidente Luis Echeverría, quien falleció impune a los 100 años de edad, tuvo responsabilidad en el asesinato de siete universitarios poblanos durante la Guerra Sucia. Miguel Calderón Moreno, hermano de Alfonso, una de las víctimas, afirma que, a pesar de todo, “somos el único estado en México que derrotamos a la derecha”

Por Alejandra Olivera

El ex presidente Luis Echeverría Álvarez tiene responsabilidad directa en el asesinato de siete universitarios que perdieron la vida durante la Guerra Sucia, dice Miguel Calderón Moreno, un sobreviviente del Movimiento Estudiantil que peleó por la Reforma Universitaria de la BUAP, y hermano de Alfonso, uno de los asesinados.

Con la voz entrecortada enlista los nombres de los universitarios que fallecieron en la Guerra Sucia, periodo así conocido por la represión a todo movimiento disidente: Joel Arriaga Navarro, Enrique Cabrera Barroso, Josaphat Tenorio Pacheco, Alfonso Calderón Moreno, Enrique González Romano, Norberto Suarez Lara y Víctor Manuel Medina Cuevas.

En entrevista con ContraRéplica Puebla señala que Echeverría, quien gobernó México de 1970 a 1976 y murió el sábado 9 de julio a los 100 años de edad, pasó a la historia nacional como uno de los gobernantes que convirtieron al Estado Mexicano en autoritario, asesino y represor.

Afirma que él no practica el odio, que lo toma como el fallecimiento de alguien que “cumplió con su asesina vida y tendrá que rendir cuentas ante Dios”, pues el juicio de la historia lo enfrentó en vida cuando lo señalaron como un asesino que se ensañó con los estudiantes, aunque también reprimió a otros sectores sociales.

Como secretario de Gobernación con el ex presidente de origen poblano, Gustavo Díaz Ordaz, Echeverría fue uno de los responsables de la Masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968; y ya como titular del Ejecutivo se le acusó de orquestar la matanza del Jueves de Corpus del 10 de junio de 1971, cuando los "halcones" o paramilitares organizados por el gobierno mataron a decenas de estudiantes que se manifestaban en Ciudad de México, así como de lo que se vivió en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), severamente golpeada en aquella época.

A la mente asesina de Echeverría y Ordaz, dice, les incomodó la defensa de la autonomía universitaria, cuyo delito fue plantear un proyecto de educación media y superior que tuviera como objetivo el desarrollo de la ciencia y formar profesionistas que sirvieran al pueblo de México, “esto fue lo que intentó destruir en la universidad de Puebla”.

La propuesta se contraponía a la ideología del Frente Universitario Anticomunista (FUA) que dominó a la universidad en los años cincuenta del siglo pasado, manteniéndola en el oscurantismo y convertida en elitista, lo que dio pie a una pugna cuando Enrique Cabrera proclamó la Reforma Universitaria que impulsaba una universidad democrática, crítica y popular.

Miguel Calderón señaló que a pesar de la represión de la que fueron objeto él y sus compañeros “somos el único estado que derrotó a la derecha: expulsamos al FUA y a los porros, y llevamos a la práctica un programa donde la enseñanza fuera para todo aquel que quisiera estudiar. En los años que nos mantuvimos no hubo rechazados, el examen de admisión era con el criterio de ubicación”.

O’Farril, verdugo de estudiantes poblanos

En el ámbito local, el ex gobernador Gonzalo Bautista O’Farril, se convirtió en verdugo de estudiantes: durante su corto gobierno se cometieron los siete asesinatos de miembros de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP): el primero ocurrió el 20 de julio de 1972, cuando fue ultimado Joel Arriaga Navarro; el 20 de diciembre del mismo año mataron al profesor Enrique Cabrera Barroso; y el 1 de mayo de 1973 una refriega acabó con las vidas de Alfonso Calderón y tres estudiantes más.

Miguel Calderón Moreno, sobreviviente del Movimiento Estudiantil, refirió que cuando Gonzalo Bautista fue nombrado gobernador interino pronunció un discurso belicista en el que destacó que no iba a permitir desórdenes y que se usaría la fuerza pública para reprimir a los universitarios. Y lo confirmaron en julio de 1972 con el asesinato de Joel Arriaga, entonces director de la escuela preparatoria nocturna, y de Enrique Cabrera, el 20 de diciembre de ese año.

Bautista O’Farril, asegura, se declaró represor y asesino el 18 de octubre de 1972 en un evento donde estaba el sector obrero del PRI, la federación de colonos poblanos y grupos de derecha que lo vitorearon cuando ordenó al procurador Zamudio Muñoz encarcelar a los comunistas y le dio una lista de nombres encabezada por el rector de la UAP, Sergio Flores.

La tarde de ese día él fue detenido y llevado a la cárcel de San Juan de Dios, pero mediante un recurso de apelación logró que el Tribunal Superior de Justicia resolviera su liberación porque lo encarcelaron por un conflicto político.

En los meses siguientes la sociedad poblana se polarizó cada vez más en dos bandos: por un lado, quienes apoyaban a O’Farril; por otro, campesinos, obreros y universitarios.

El 1 de mayo de 1973 la situación llegó a niveles críticos: hubo un enfrentamiento entre estudiantes y policías que dejó cuatro universitarios muertos, entre ellos su hermano Alfonso, a los 22 años.

En su memoria queda ese día: los estudiantes se disponían a realizar un homenaje a Enrique Cabrera que, en esa misma fecha, pero de 1961 proclamó la Reforma Universitaria.

“Invitamos a grupos musicales para el festival, nos disponíamos a eso y aparece una patrulla que iba circulando. Nos informan que acababan de detener a una brigada que repartía volantes en la 25 Poniente y Bulevar 5 de Mayo donde se llevaba a cabo el desfile obrero presidido por el asesino O’Farril. Le pedimos a los policías que permanecieran en el Carolino, íbamos a pedir el canje de ellos por nuestros compañeros detenidos. En eso estábamos cuando la patrulla se incendió. Había varios estudiantes, después la volcaron. Ahora lo vemos como parte de lo que estaba a punto de ocurrir”, narra Calderón Moreno.

“Pedimos una pipa para apagar la patrulla y cuando la pipa se asomó, vemos que detrás venían agentes judiciales que empezaron a disparar con armas largas y pistolas. Nos reguardamos en la Plaza de la Democracia, la balacera fue ensordecedora, no cesaron los disparos. Por el miedo muchos corrieron hacia el interior del Carolino, pero la mayoría permanecimos en la plaza para evitar que el edificio fuera atacado”.

En la azotea del Carolino quedó el cuerpo sin vida de Enrique González Romano y el de su hermano Alfonso en la esquina de la Iglesia de la Compañía y la 4 Sur. Además, fueron asesinados Norberto Suárez Lara y Víctor Manuel Medina Cuevas. “No fue casual, fue un asesinato planeado”, sostiene.

Años después cuando buscaba testigos para presentar la denuncia ante Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femosp), un trabajador le comentó que aquel 1 de mayo un auto llegó a la entrada de un estacionamiento sobre la 2 Oriente. Bajó corriendo un hombre que llevaba un rifle y se dirigió a la entrada del aparcadero sobre Palafox y Mendoza, se hincó y disparó hacia la Iglesia de la Compañía. Ese es el momento en el que, cree, su hermano Alfonso fue asesinado con un disparo en la garganta.

Echeverría no intervino para cesar el ataque

Calderón Moreno asegura que cuando los universitarios comenzaron a ser atacados, el rector Sergio Flores pidió vía telefónica al presidente Echeverría que interviniera, pero ni eso frenó que el jefe de las Fuerzas Armadas enviara el Ejército al Zócalo hasta las 17 horas, no para proteger a los estudiantes, sino la retirada de los francotiradores.

“Echeverría tiene responsabilidad directa en la masacre, ese torvo sujeto tiene que ver con los hechos sangrientos contra estudiantes, campesinos y obreros”, aseveró.

En junio de 2006, Echeverría fue detenido, procesado y declarado culpable de las masacres de estudiantes ocurridas en los años 1968 y 1971. Al ser una persona de edad avanzada pidió cumplir su condena en su residencia.

“Sí estaba en su casa, pero preso y condenado como asesino del 2 de octubre y 10 de junio, aunque después de manera inexplicable fue exonerado”, afirma Calderón Moreno.

Asentó que los sobrevivientes del movimiento estudiantil y familiares de las víctimas nunca desistirán de su exigencia de justicia, pues se debe reivindicar la memoria histórica y la verdad jurídica en la que se señalen a los culpables, vivos o muertos.

Foto: Especial

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HG/CR

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