Siempre ha sido contraproducente cuando las emociones entran por la puerta grande de la legislación. El Derecho no atiende a modas, apetitos o pulsiones; la norma jurídica no debe ser popular, mucho menos tiene que agradar o convencer; la ley es ante todo una tecnología de sustentabilidad gubernamental basada en la razón, no en la pasión.
Esta micro tesis viene a cuento en virtud de las repercusiones de una figura que, elevada a rango jurídico, resulta contraproducente; me refiero a la homologación de los animales a los llamados “seres sintientes”, recientemente impulsada por diversos colectivos y veganos con mucho tiempo libre.
Si vamos a erradicar la violencia contra los animales, ¿por qué no empezamos con la situación de las reses en los rastros municipales?, ¿acaso la industria del maquillaje no ha abusado de conejos y roedores para probar sus productos antes de llegar a los anaqueles de exclusivas tiendas departamentales? Y quizá aún más importante, ¿qué tiene el perro y el gato que no posean el pollo y el puerco para ser considerados como “seres sintientes” y evitar así granjas de enajenación que llevan su explotación a rango industrial?
Desde luego todo esto viene a cuento por la reciente prohibición de las corridas de toros sin puyazos y estocadas en la Ciudad de México. Este martes en Donceles, con 61 votos a favor –uno en contra y cero abstenciones–, se aprobó un dictamen que alejará para siempre la sangre y la muerte de la Plaza México.
Sinceramente, no me sorprende el populismo legislativo detrás de la intención de un “espectáculo taurino libre de violencia”, pero no deja de indignarme las prioridades de la clase política en un país que alberga un campo de exterminio en Teuchitlán que además ha coexistido, en el corto lapso de este sexenio, con más de 5 mil desaparecidos.
El prohibicionismo taurino no sólo consiste en la táctica recurrente del animalismo líquido; también implica un sabotaje económico a una industria valuada en casi 7 mil millones de pesos anuales, capaz de generar 200 mil empleos directos e indirectos. ¿Es racional pender la espada de Damocles sobre la Plaza México en medio de una amenaza arancelaria que, de acuerdo a las proyecciones de la OCDE, nos llevará a una recesión profunda? ¿Por qué no comenzaron con las peleas de perros donde, por cierto, orbitan muchos giros tan clandestinos como delictivos?
P.D. No sólo los toros, los gallos también son “seres sintientes”. De acuerdo con las declaraciones de Diego Méndez, representante de la empresa MV Entertainment, en el marco de la Feria de Puebla y sus palenques, aseguró que “este año no contamos con peleas de gallos”. Esperemos que sea cierta la declaración para poder agradecer el acto de congruencia gubernamental.