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Robé un periódico y miré la fecha

Robé un periódico y miré la fecha

Columnas miércoles 27 de enero de 2021 - 22:46

Si usted me encontrara por la calle en estos días y sostuviéramos una plática común y corriente, de esas que uno empieza con el extraño de junto para matar el silencio incómodo, de, digamos, la sala de espera del dentista, llegaríamos a un punto en la conversación en la que yo contestaría a sus quejas del momento, con que me siento todavía en el año 2017.
Para mi no hubo 18, ni 19; mucho menos 2020.

Usted seguro rebatiría diciendo que yo soy uno de esos exagerados que va por la vida rasgando el papel tapiz de todo lugar al que entra, o que muy seguramente soy de los que les gusta la trova y los poemas que hablan sobre el fin del mundo y cortarse las venas por rechazos amorosos a la menor provocación, y no, yo no negaría nada de eso.

No por que sea cierto –de hecho, superé la trova cuando entré a primero de preparatoria y de poemas prefiero los que evitan la sangre a toda costa–, sino porque por la misma razón de que me siento todavía estancado en 2017, (allá por los días del terremoto repletos de lo que Villoro llamó “los vértigos horizontales”), siento un profundo desinterés por discutir con juanito-el-de-la-fila-de-las-tortillas, lo que siento, o cómo me siento, o lo que he dejado de sentir.

Más a mi favor todavía: precisamente por sentir que septiembre de 2017 ha sido el mes más largo de la historia de la humanidad, (tanto que seguimos en él todavía), me siento con la obligación moral de refutar toda pandemia, todo final del trumpismo, toda esperanza inútil de la vacuna de cualquier país. Me siento con la inmadurez de aceptar toda muerte, toda enfermedad, toda noticia falsa.

Si usted me encuentra por la calle un día de estos, pregúnteme: dónde te agarró el temblor, mi Pablito, y tenga por seguro que no lo veré con ojos de extrañeza. Es más, es muy probable que me alegre de saber que hay alguien que comprende que este dolor, que esta confusión y que esta pandemia, empezó el 19 de septiembre de 2017, la mañana en que creíamos, con ojos volteados, que nos sacarían del banco, o del hospital o del supermercado para hacer sus jodidos simulacros de todos los años.

Porque para mí sigue siendo un lunes, o martes, ¿o qué día fue?. Ya tanto tiempo pasó que no me acuerdo en qué día de la semana nos quedamos, pero sí sé bien que no salimos de esta, sí sé bien que me he olvidado de escribir, de despertar sin imaginar que mañana los muros de esta casa pueden caerse si así la tierra y sus caprichos lo deciden.

Si usted me encuentra por la calle, es muy posible que le de la hora incorrecta.

No se fíe de mi.

***

PS
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/CR

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