La devastación en la región de Valencia desató la furia del pueblo en contra de la monarquía española, el presidente Pedro Sánchez y las autoridades locales.
En la historia reciente de España no se recuerda a los reyes caminar entre insultos, reclamos y baños de lodo.
No es para menos. La ira de la gente se fundamenta en que falló la política de prevención y los efectos de ‘DANA’ (Depresión Aislada en Niveles Altos) fueron comparables a un tifón asiático.
Cuando llegaron las notificaciones oficiales, el temporal ya estaba encima de la provincia de Valencia, dejando 500 litros de agua por metro cuadrado en apenas seis horas.
Según los meteorólogos españoles, en poco tiempo cayó el equivalente a un año de lluvia.
Más de 200 personas murieron ahogadas o arrastradas por el desbordamiento de los ríos que inundaron la región europea.
Eran escenas apocalípticas: automóviles apilados unos sobre otros, hogares destrozados, negocios quebrados y áreas comunes irreconocibles.
Algunos sobrevivientes tuvieron que nadar con el agua al cuello mientras vieron morir a familiares o desconocidos y escuchaban los gritos de ayuda de la gente atrapada.
Como casi siempre sucede, la población empezó a moverse por sí misma, auxiliando a niños y ancianos arrinconados en medio del caos.
No pudieron salvar a todos, hubo quienes murieron por hipotermia esperando el rescate de los helicópteros.
Y ahí, en medio de la tragedia e indignación, caminaron este domingo los reyes Felipe VI y su esposa Letizia en Paiporta; el epicentro de las inundaciones con 62 personas fallecidas.
Los monarcas acostumbrados a moverse en las esferas sociales más altas del mundo –entre lujos, comodidades y aplausos– fueron recibidos con lodo en la cara y sus brazos.
“¡Hijo de p…!” “¡Traed una pala!”, “¡A ti no te falta de nada!”, gritaban a su paso mientras los equipos de seguridad intentaban protegerlos con paraguas negros.
La Guardia Civil no pudo contener la frustración multitudinaria y las autoridades decidieron cancelar las visitas oficiales en otras zonas siniestradas.
Hay quienes advierten que no todos los cuerpos de las personas reportadas como desaparecidas serán encontrados debido a la magnitud del desastre.
Valencia quedará marcada por la máxima ineficiencia del gobierno para prevenir el devastador temporal.
Y eso me lleva a pensar en ‘Otis’.
El poderoso huracán alcanzó categoría 5 en un tiempo relativamente rápido, pero el gobierno mexicano también se vio superado en materia de protección civil.
Los turistas quedaron atrapados en las habitaciones de los hoteles y los locales permanecieron en sus casas mientras el viento colapsaba los techos y el nivel del agua subía ferozmente.
El resto de la historia es conocida. Una tragedia minimizada, en los dichos y en los hechos.
El entonces presidente Andrés Manuel López Obrador sabía que perdería popularidad si caminaba por las calles de Acapulco devastado.
Siempre excusó: “No lo hago para no manchar la investidura presidencial” y eligió los recorridos desde el aire para no enlodar su narcisismo.
Un año después de lo acontecido, la estela de destrucción es evidente. No hay dinero público ni privado que alcance para recuperar su esplendor turístico.
Lo que me lleva a pensar que, sin importar el Palacio de la Zarzuela o Palacio Nacional, las decisiones tardías desatan las tragedias humanas y aunque el día de mañana, los políticos regresen a su burbuja proteccionista, la historia no borra las huellas de la ineptitud gubernamental.