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El pintor (Cuento terapéutico)

El pintor (Cuento terapéutico)

Columnas viernes 12 de junio de 2020 - 05:44

Cuenta la historia que un buen día Jonás “el gran pintor de acuarelas” –así se autonombraba– decidió hacer el cuadro más hermoso jamás pintado, en esa y otra técnica, por hombre alguno.

Para tal motivo, dijo, debo recorrer gran parte del mundo y sus alrededores si fuese necesario para encontrar el paisaje perfecto y plasmarlo en mi hermosa pintura.

Así, Jonás emprendió su viaje. El recuento de los lugares visitados fue tan grande como grande fue su decepción en cada uno de ellos porque no lograba encontrar el paisaje perfecto.

Decía que sí, efectivamente, había lugares bonitos, pero no ideales para pintar; que faltaba luz en alguno, que había demasiada luz en otros, que el sonido del arroyo no lo dejaba concentrarse e incluso una vez dijo que un paisaje encontrado no merecía ser pintado porque olía mucho a bosque.

El pintor siguió recorriendo lugares, ciudades y pueblos, montañas y cerros, mares y lagos, desiertos
y esteros.

El tiempo siguió su marcha hasta que un buen día el pintor se dio cuenta de que sus manos empezaban a tener una forma distinta a la de antaño y que su pelo y su rostro tenían ya un color diferente como el de los días de lluvia y nieve, y que su cuerpo se parecía cada vez más a aquel árbol que alguna vez él criticó por viejo y encorvado y que por supuesto jamás pintó.

Aterrado se decidió a pintar algo y pronto, ya que de lo contrario no tendría tiempo para ser reconocido como un famoso artista.

Con apuro tomó su lienzo y se dio cuenta que por el pasar del tiempo había perdido su textura y que sus pinceles estaban viejos de tanto estar guardados y no los podía usar, se dio cuenta de que su visión, antes perfecta, ahora era borrosa y no podía distinguir colores ni brillos y confundía la noche con el día y le era imposible distinguir si tenía los ojos abiertos o cerrados.

El pintor lloró tanto al ver su desgracia y darse cuenta de todo el tiempo que había desperdiciado criticando todo y apreciando nada, que –cuenta la historia– se empezó a formar un pequeño lago a su alrededor que cada vez crecía más y más hasta convertirse en un lugar precioso y lleno de vida.

Del pintor ya jamás se supo nada, pero dicen los que han visitado ese lugar en donde se formó ese lago que aquel que ha bebido de esas aguas al hacerlo siente como si viajara por el tiempo, los niños pequeños aprenden a nadar en sus riveras, los jóvenes encuentran su primer amor ahí y las personas mayores siempre les despierta la ilusión de pintar un cuadro.

Pregunta: ¿Tu hubieras hecho algo distinto a Jonás?

Es decir, su “tragedia” existió…pero ¿pudo tener otra solución? ¿podría haber ido al oftalmólogo por una graduación para ver? ¿haber ido por otro lienzo? ¿haber tomado algo para las reumas?… en fin, siempre hay dos opciones, AMBAS perfectas… afrontar el problema o el drama de la problemática.

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/CR

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