Megamarcha toma por asalto a la historia

La megamarcha universitaria ha roto cualquier pronóstico; ha superado la Historia. Frente a los ojos de dos de los principales investigadores del movimiento estudiantil en Puebla, Alfonso Yáñez Delgado y Nicolás Dávila Peralta, la protesta estudiantil del jueves 5 de marzo será recordada como la más grande en la historia del estado.

“Yo no veo semejanzas con las marchas anteriores”, desliza Yáñez. “Cada grupo, cada generación hace su propia historia. Lo cierto es que nunca habíamos tenido una marcha como la de ayer”.

Yáñez le ha dedicado una buena parte de su vida a la documentación de los movimientos estudiantiles iniciados entre las décadas de los años 50 y 60. Su libro La manipulación de la fe: Fúas contra Carolinos en la Universidad Poblana es quizá la obra que más se cita en todas las tesis, artículos y documentales sobre la época.

Para el periodista, la diferencia entre las reyertas acaecidas desde la década de los 60 y la marcha de este 5 de marzo yace en el trasfondo ideológico.

“Antes hubo una división profunda entre grupos conservadores y liberales, y fue un gran combate ideológico; aquí no hay ese contenido ideológico, sino un reclamo de carácter social: que el gobierno al fin tome las riendas del Estado”.

Dávila cree, en cambio, que más allá de las diferencias entre las distintas generaciones estudiantiles, la marcha de este jueves supone el fin de una época en el estado: el fin de una generación estudiantil pasiva.

“Desde los años 90, el estudiantado poblano en general se mantuvo pasivo, parecían más centrados en terminar su carrera y en su futuro personal.

Pero esta generación nos ha sorprendido a todos, se diferencia de las anteriores en el sentido de que parece más solidaria y comprometida con su futuro, sí, pero también con el futuro de los demás”.

Esta despolitización, a decir del autor de Entre la fe y el poder: los caminos de la Iglesia Católica en México, también se debe a un modelo educativo que encerró a los universitarios en un pensamiento solipsista, interesado más en la competencia individual que en la competencia colectiva.

Yáñez lo secunda: “La corriente neoliberal que gobernó la República y el estado de Puebla hizo mucho por despolitizar a los jóvenes. Para los jóvenes de ahorita, éste es su primer encuentro totalmente politizado. Es una lección muy interesante, les va a servir para más adelante”.

El primer movimiento que viene a la cabeza de Dávila es el de 1964. Las protestas –quién lo diría— por la leche. El gobernador Antonio Nava Castillo pretende imponer una ley de pasteurización para crear un monopolio de venta de este alimento, y los lecheros se alzan como oposición.

Los estudiantes se unen a ellos y provocan, ese mismo año, la renuncia del mandatario.

“Pero, en todo caso, la marcha de este jueves ha sido superior por tres cosas: por la forma pacífica en que se han manifestado; porque antes sólo protestó la BUAP y esta vez han sido más de 25 universidades, lo que la ha hecho más numerosa; y por las demandas, que en parte todos los ciudadanos hubiéramos querido hacer desde hace mucho: más seguridad”.

Para Yáñez, sólo el movimiento estudiantil del 61 ofrece un parangón a lo acontecido el jueves. Su voz trémula dibuja lo que él recuerda de las protestas estudiantiles de aquellos años:

“Sólo para que te des una idea, el 4 de junio de 1961 había gente abarrotando el Zócalo, el atrio de la Catedral, la 3 Poniente, la 16 de Septiembre… todas las calles estaban llenas”.

Eran, sin embargo, los años de los Fúas y los Carolinos, del anticomunismo y los antiyanquis, de los liberadores y los conservadores, del catolicismo y el laicismo.

Hoy, esa dicotomía ha quedado hecha añicos: la UPAEP y la BUAP, la herencia de aquellos años, han marchado codo a codo por un solo objetivo.

“El movimiento de hoy es, quizá, parte de la herencia estudiantil. Pero hay que diferenciarlo, cada uno tiene sus propias características. La indignación de hoy es un reclamo justo, un reclamo que nos beneficiará a todos”.