La Maldita Vecindad... de informales a narcos

Por: Jaime Carrera

La Maldita Vecindad tiene una pequeña gran historia de drogas, dinero y poder. Pero a ello se suma la omisión de las autoridades que desde hace quince años —cinco administraciones municipales— sabían de su existencia, y nunca pudieron o no quisieron enfrentar el problema.

El tiempo pasó y cinco lustros después, el inmueble con el número 805 de la 3 Norte se convirtió en el principal centro de operación delincuencial en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.

De hecho, La Maldita Vecindad no podría explicarse sin el crecimiento del ambulantaje en la capital poblana.

La casona es, por así decirlo, hija de las agrupaciones ambulantes, principalmente de una: la organización 11 de Marzo, cuyo líder Martín Juárez supo hacer del sitio el principal centro de venta a consignación de productos obtenidos en el mercado negro.

Las autoridades sabían de esas prácticas y no hicieron nada.

“Ejemplo: llovía y corrían y les daban sombrillas que tenían guardadas, así de la nada, cuando empiezan las lluvias aparecían los que venden sombrillas.

Luego se empezó a vender cigarros que entran de contrabando al país, por eso en la zona había mesitas con cigarros y así fue escalando…”, explicó una fuente en el interior de la Secretaría de Gobernación que tiene años como funcionario del Ayuntamiento de Puebla.

Con el transcurrir de los años, Martín y sus secuaces no tuvieron mucho margen de maniobra ni de ganancia y decidieron abrir paso a los cadeneros que operan en el Centro Histórico, quienes aprovechaban la clandestinidad del lugar para fundir el oro y venderlo en las casas de empeño que pululan en la ciudad.

Tarde o temprano, ese tipo actividades no dejó los dividendos esperados.

Así, una cosa llevó a la otra y esa a otra cada vez mayor y, al final, el sitio se transformó en uno de los principales centros del narcomenudeo en Puebla. Aunado a ello, la organización 11 de Marzo dio paso a la conformación de grupos criminales como La Bolita y la banda de El Pecas, exlíder narcomenudista en la zona del barrio de Xanenetla.

Gobiernos municipales y estatales por igual fueron omisos al respecto, sin importar el partido político, el ascenso del ambulantaje trajo consigo otros problemas sociales, y con ello, la red de narcomenudeo que avanzó y se afianzó en el centro de la ciudad, así como en barrios y colonias aledañas.

La Maldita Vecindad acabó con una pequeña gran historia: Un lugar inmundo, picadero de drogas, epicentro de la comercialización de sustancias ilícitas, nido de delincuentes, centro de prácticas esotéricas, y en cuyo interior se cerraban tratos que dejaban hasta 30 mil pesos de ganancias diarias.