Puebla
Por: Miguel Maldonado
Ha quedado claro que por ningún motivo debes asomarte al teléfono móvil. Sin embargo, sin la distracción del celular comenzarás a desarrollar muy pronto los síntomas del encierro, uno de ellos son los clásicos estratagemas para matar el tiempo, como lo es llamar a algún amigo y alargar lo más que se pueda la conversación, primero haciendo las preguntas obligadas enseguida los comentarios de circunstancia y al final, cuando parece que se han agotado los temas, te esfuerzas en que no se dé cuenta de que estás haciendo preguntas absolutamente insignificantes, tal vez sobre qué habrá sido del compañero que asistía con ustedes a la clase de matemáticas y soñaba con ser astronauta, siempre él tan callado te acuerdas, qué chico tan taciturno, ¿lo habrá conseguido?, y ahora le preguntas dónde compró ese suéter rojo que llevó hace veinte años a la fiesta de quince de Fanny y cuál fue su paradero. Huy, qué mala pregunta, qué pena, pudiste haber preguntado algo menos insignificante que no te evidenciara, como preguntarle si en cuarentena se pinta las uñas y entonces ella te diría que ya se le había olvidado que la gente solía pintarse las uñas y se hubieran reído con la seguridad de que otro nuevo tema surgiría pues la risa propicia que se hable de improviso de cualquier cosa, pero con esa pregunta demasiado absurda –¡un suéter de hace veinte años!– te han descubierto. Ya sabe que la estás usando para matar el tiempo y no está dispuesta a responderte ahora de qué murió el perrito del vecino que solía meterse en la casa cuando las dos eran unas adolescentes y vivían en la colonia Americana. Te pudo haber respondido: “qué sé yo de qué murió el puto perro, y no permitiré que me uses para sobrellevar tu pinche encierro”, pero una verdadera amiga no respondería así, simplemente Emil te ha colgado el teléfono.
Y en este momento, en este instante en que te das cuenta que estás perdiendo a tus verdaderas amigas, surgen unas ganas irrefrenables de picarte los ojos, porque ayer tampoco funcionó que llamaras a Adela con una estrategia diferente, comenzaste por contarle cada movimiento del día, pasando por los detalles del sueño y la comida donde has descubierto que el azafrán combina muy bien con la crema de papa y qué buena noticia que hoy por la mañana has encontrado el rompecabezas que estaba olvidado pero que antes de comenzarlo querías llamarla y mira, sin notarlo se ha ido el día entero, será mejor mañana lo del rompecabezas... cuando Adela descubrió que te habías pasado de lista, que estuviste haciendo un repaso puntual de lo que habías hecho durante el día sin preocuparte si quiera por preguntar algo de ella, te colgó con el reclamo de usarla para perder el tiempo sin interesarte en ella. No te pesó perder a Adela tanto como te lamentabas haber sido una bruta al no haber fingido un poco de interés, fue así como pensaste cambiar de táctica: llamarías a Emil hoy y en vez de contar los detalles de tu vida le harías preguntas, a quién no le gusta que le pregunten qué hace y cómo está, harías todas las preguntas posibles. Sí, también la del suéter rojo que te delataría. Y ahora te arrepientes, has perdido a tus dos mejores amigas y estás a punto de picarte los ojos, uno por cada amiga. No lo hagas. Este manual ha sido creado para los momentos en que te has quedado sola, no dejes de leer la siguiente actividad.