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El ocaso del señor de San Miguel

El ocaso del señor de San Miguel

Puebla martes 14 de abril de 2020 - 23:53

Por: Mario Galeana


Arturo Romero Aparicio vivió por muchos años con un pie en la calle y otro en las cárceles de Morelos, donde nació. Entraba a ellas con la misma inmediatez con la que salía y casi siempre dejaba tras de sí una estela de crímenes. Amenazas, extorsión, secuestros, robos… su nombre y su historia se apilaban en los expedientes judiciales. Con regularidad aparecía en los reportes de la prensa, que parecía haber perdido el asombro de informar sobre alguien a quien creían preso.

Pero fue en Puebla donde fincó su negocio más lucrativo. Ni siquiera tuvo que salir a la calle para obtenerlo. El penal de San Miguel, en la capital del estado, se convirtió en su señorío. Tanto que allí, la tarde del 16 de agosto de 2017 contrajo nupcias. La boda terminó en zafarrancho, con tres reos heridos.

La cárcel era tan suya que podía conseguir 20 mil pesos diarios por la renta de cuartos para que los reos tuvieran sexo.

Podía cobrar 200 o hasta mil 800 pesos por una copa de alcohol. O mil pesos por rentar un teléfono, según reportes de prensa.

En el penal era tan sencillo y redituable ofrecer todas esas cosas, que es difícil calcular cuánto dinero obtuvo durante los 16 años que estuvo recluido en San Miguel, antes de la madrugada del 23 de marzo de 2020, cuando el gobierno estatal decidió su traslado al penal de Tepexi de Rodríguez.

Algo de todo ese tesoro amasado quedó en evidencia el 7 de abril, cuando al trasladar a otras cárceles a dos de los operadores de su estructura, un par de hermanos llamados Carlos y Eduardo, las autoridades encontraron casi medio millón de pesos.

Los negocios de Romero Aparicio eran diversos. En mayo de 2017, e-consulta dio a conocer que era propietario de una verdulería, una paletería y una farmacia al interior de la cárcel, además de ser titular de la concesión de pipas de agua que los reclusos pagaban.


En ese mismo penal también afianzó su apodo. El Cachibombo. Cuántas veces los reclusos y los guardias habrán murmurado ese nombre. El Cachibombo.


UNA HISTORIA CRIMINAL

La primera vez que pisó una cárcel fue el 23 de abril de 1994. Lo encerraron en la prisión de Cuautla, a unos 19 kilómetros de Temoac, el pequeño municipio donde nació. Lo pescaron por los delitos de amenazas y extorsión en grado de tentativa. 


Un año después, el 13 de octubre de 1995 fue detenido nuevamente por robo en el Estado de México e ingresado al penal de La Perla, en Nezahualcóyotl.


Salió de prisión en 2001. No hubo readaptación para él: la prensa en Morelos lo vincula con la irrupción de un comando armado en casa de una familia conocida en Jonacatepec. Allí, según el relato, exigió 100 mil pesos a cambio de no secuestrar a una joven de 16 años.


Por aquel entonces, la policía ya conocía sus vínculos y su modus operandi. 


Regularmente contactaba a sus víctimas por teléfono y fijaba una cantidad a cambio de no secuestrarlas.


Su historia se vuelve difusa. No se sabe bien cómo llegó a Puebla; lo que sí, es que fue detenido en julio de 2004 en Atlixco.


Supervisaba a distancia el secuestro de una mujer y un hombre, según la averiguación previa 35/2004/DIS-1.


EL REINADO Y EL OCASO

En Puebla, su fama rebasaba los muros del penal. La mañana del 18 de octubre de 2019 una manta fue colgada frente a San Miguel. En la manta lo amenazaban a él y a José Christian El Grillo, otro apodo popular en el submundo criminal.


Nunca se supo quién colgó ese mensaje, pero no era el primero. Un mes antes, el 10 de septiembre, otro anuncio colgado sobre una malla metálica lo amenazaba a él y a uno de sus supuestos aliados, Eulalio Flores Infante, un reo más conocido por su apodo, El Michoacano.


A pesar de que los cobros que El Cachibombo realizaba en el interior del penal fueron revelados por la prensa desde 2017, las autoridades penitenciarias nunca hicieron nada, según la nueva administración estatal. Con su traslado a Tepexi de Rodríguez se ordenó también el cambio de directivos y custodios en San Miguel.


Entre su ingreso y su traslado de prisión suman 16 años, la posible edad del autogobierno en San Miguel. 

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HG/CR

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