“A cada minuto nos roban amigas, nos matan hermanas”

Ximena Gallardo y Karla Rojas se levantaron emocionadas, pintaron sus pancartas y juntas llegaron a la Fiscalía General del Estado (FGE), tienen apenas 23 años de edad, y dicen que se animaron a salir por primera vez a una manifestación para exigir justicia.

Las dos miran a su alrededor, porque creen que todas las que están junto a ellas han sufrido lo mismo: acoso sexual en la calle y agresiones por parte de sus parejas. Eso les da melancolía.

Son 14:15 horas del 8 de marzo de 2023, y miles de mujeres llegan una tras otra, formando olas moradas por los pañuelos y prendas violetas que portaban.

En el suelo hay mujeres que comercializan velas aromáticas, pulseras, pañuelos y diversos productos en la llamada “mercadita feminista”, una actividad organizada por el Frente Radical Feminista.

Hay varios cordones que atraviesan la calle, un tendedero, en el que han colgado hojas con los rostros de sus agresores: Antonio, Carlos Rafael, Pedro Miguel, Ramiro, Ariel, Edgar, y se suman más y más nombres.

Una mujer cubierta de pies a cabeza con ropa negra usa el megáfono para invitar a que más mujeres escriban su denuncia.

“Golpeador”, “era apenas una niña”, “nada te daba el derecho de acosarme”, “intentó besarla más de dos veces”, “te aprovechaste de mí cuando estaba borracha”.

Ya no son cientos de mujeres reunidas, son miles, madres e hijas que marchan juntas, amigas de la escuela que se organizaron para ir juntas, vecinas que llevan en carriola a sus pequeños y otros que los toman de la mano y encabezan el primer contingente.

La ola morada recorre el bulevar 5 de Mayo, son las 14:30 horas y al ser una marcha separatista, sólo hay mujeres. El bloque negro, como se llama al grupo de mujeres encargadas de la seguridad de la manifestación, amagan con golpear a cualquier hombre que se acerque y no respete las reglas que ya han leído hace unos momentos.

Los cristales de los paraderos de la Red Urbana de Transporte Articulado de la línea 3 quedan hechos trizas, pero todas las mujeres que siguen desfilando gritan al unísono “fuimos todas”.

Los posters, las paredes, los puentes, las paredes, los monumentos, todos quedan con una consigna escrita con pintura o con algún sticker con mensajes como “Nos dicen que no son formas de exigir a las que ni siquiera deberíamos de tener que pedir”.

Monse llegó en silla de ruedas a la manifestación, toma sus bastones con los que puede mantenerse en pie. Dice que ha venido a manifestarse porque su “violador sigue libre”, tiene 23 años de edad y ha tenido que pararse frente a la Fiscalía General del Estado de Puebla para exigir justicia.

“Sigo esperando que muchas mujeres alcen la voz, porque hoy, ninguna está sola, nos estamos acompañando”.

Hace calor, algunas llevan sus sombrillas, gorras y aprovechan alguna pausa en el recorrido para hidratarse. Atrás, se han unido más contingentes, ahora han pasado de ser 2 mil mujeres a 3 mil manifestantes, no todas se han identificado con el Frente Radical Feminista.

La marcha ha llegado a la Avenida Juan de Palafox y Mendoza, el primer contingente exige “justicia, justicia”, consigna que se repite en el resto de las manifestantes cada que avanzan y se internan en el Centro Histórico.

Han llegado frente al Palacio Municipal, está custodiado por decenas de policías municipales y las mujeres hacen una pausa para entonar con voz propia la canción de ‘Vivir Sin miedo’, de la cantante feminista Vivir Quintana.

“A cada minuto, de cada semana. Nos roban amigas, nos matan hermanas. Destrozan sus cuerpos, los desaparecen. No olvide sus nombres, por favor, señor presidente”.

Y la misma estrofa será repetida una y otra vez por las mujeres que apenas llegan a este punto, mientras el resto avanza hacia La Catedral de Puebla.

No hay enfrentamientos, pero a lo lejos se escucha cómo se rompe un cristal, es el de una de las puertas del Teatro de la Ciudad.

En las puertas del Congreso hay más policías, todos con sus escudos, protegiendo el inmueble. La canción de Vivir Quintana resuena desde una bocina que ha puesto el PRI municipal en un balcón de su sede.

Las mujeres cantan con el mismo ánimo de hace unos minutos, pero el entusiasmo se apaga cuando les dicen las organizadoras que son de un partido político que se ha aprovechado de la situación desde hace un par de años.

Las manifestantes se sientan en el suelo, alzan el puño sólo cuando necesitan silencio para las últimas instrucciones, mientras, llegan más y más mujeres. Más y más consignas de justicia, más y más pañuelos morados y ropa violeta.