Puebla
Por necesidad trabajadores continúan utilizado viajes sardina en unidades con hasta otras seis personas.
Por: Jaime Carrera
Son las 8 de la mañana y la escena se repite sin importar el día o la persona. Hoy es Patricia. Sabe que llegará tarde a su trabajo en la zona residencial de San Andrés Cholula. Es trabajadora doméstica y cada tercer día aguarda durante más de 40 minutos la ruta Periférico, a la altura de la unidad habitacional Loma Bella, junto con otras personas -entre jardineros, albañiles, cajeros, repartidores y empleados- que hacen lo mismo: esperar.
Y esperan sin éxito a las unidades de transporte público. Saben, además, que en su destino solo queda la opción del taxi pirata y los viajes sardina que se ofrecen a cualquier hora y en cualquier punto del Periférico Ecológico.
Los viajes en este tipo de vehículos que circulan ilegalmente superan hasta 10 veces la oferta de las rutas legalmente constituidas. Son viajes sardina porque una unidad puede transportar a cinco, seis pasajeros; un microcosmos en el que la Sana Distancia no existe.
Fuentes al interior de Secretaría de Movilidad y Transporte estatal estiman que, hasta 2019, la cantidad de vehículos irregulares en esta zona superaba las 300 unidades.
En un viejo Tsuru, Patricia convive con cinco personas más que no dejan de compartir su aliento detrás de sus cubrebocas sucios. Pese a la pandemia, al chofer del taxi pirata como a los usuarios no les quedó de otra que ir todos apretados en el vehículo.
El asunto es todavía más complejo porque los autobuses de la ruta Periférico por una extraña razón simplemente no hacen la parada que les indican los usuarios. Nadie sabe por qué, pero el exceso de pasajeros no es una de las causas.
Para muchos usuarios, sin importar su oficio, edad o temor a los extraños no hay otra opción que gastar entre 10 y 20 pesos para llegar a su destino. La cuota trae otro extraño fenómeno: nadie sabe quién definió las tarifas y cada uno se aferra a una estación imaginaria: la de su punto de llegada que puede ser en Amozoc, Puebla capital, las Cholulas, Cuautlancingo o Coronango.
Hoy fue Patricia, mañana será Ramiro, Pedro o Manuel. A todos ellos, la pandemia no los ha detenido y menos la falta de transporte. El taxi patito, de hecho, también es un consuelo pues un taxi autorizado tiene una tarifa de 70 a 100 pesos por viaje.
Alfredo sabe lo que son los viajes sardina. “Todo eso pasa aun con el coronavirus. Los choferes saben el riesgo. Yo lo sé y mira que no creo del todo; lo saben mis compañeros de trabajo, vamos con cubrebocas o caretas y hasta el traje de astronauta si quieres, pero en ese mismo asiento ya pasó otra bola de seis güeyes o ñoras, la neta si da asquito, y pides porque nadie estornude o tosa”
Detrás de los viajes sardina funciona un complejo sistema: Una demanda cubierta ilegalmente por la ineficiente operación de una ruta legal. La ecuación es sencilla. Tanto usuarios como choferes, cada uno con sus propias y distintas necesidades, son parte del negocio de unos cuantos que cobran cuotas a los operadores que van de los 50 a los 100 pesos para formarse en la fila y hacerla de taxis improvisados.
En estos tiempos de coronavirus, una persona puede ganar hasta 3 mil pesos al día, sin revisiones de las autoridades y sin comodidad, pero con altos riesgos de contagios al interior de un vehículo.
Son las 8 de la mañana, la escena se repite sin importar el día o la persona.
Hoy es Miguel. Sabe que llegará tarde a su trabajo en un fraccionamiento de Cuautlancingo. Es plomero y domina otros oficios. Cada tercer día aguarda durante más de 40 minutos una unidad de la ruta Periférico a la altura de la unidad Las Carmelitas, en donde otras 10 personas -entre acomodadores, trabajadores de limpieza, uno o dos Godínez- hacen lo mismo: esperar.