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Retrogresiones

Retrogresiones

Columnas martes 27 de septiembre de 2022 - 00:04

“La gran plaza es un lugar que tiene una resonancia cósmica,
es un polo de atracción de siglos de festividades y batallas,
de celebraciones y conflictos”
Mattew Restall

No existe ningún lugar en el país con la atracción cósmica que la Plaza Mayor de la Ciudad de México. Siglos enteros de tumultos, desfiles, verbenas, gritos, golpes, intervenciones, triunfos y protestas; toda la historia nacional incluyendo los relatos poco conocidos de la resistencia han hecho presencia a las puertas del icónico palacio de piedra volcánica, el mismo que fue construido por orden de Hernán Cortés y que ahí permaneció por decisión de los virreyes de la Nueva España por la única razón, casi poética, de emular el poderío del gran Moctezuma Xocoyotzin despachando los asuntos del reino donde el tlatoani dirigía los destinos del gran imperio. De ese tamaño el peso de la presencia de un pasado que lleva 500 años avergonzando y enorgulleciendo a sus descendientes.

Según datos oficiales cerca de 280 mil feligreses cantaron a todo pulmón las letras del Grupo Firme este domingo en el Zócalo de la Ciudad de México.

La calentura populista de Claudia Sheinbaum, en un intento desesperado por asegurar el respaldo del electorado en el marco de la contienda presidencial del 2024, —presuntamente— le costó a los contribuyentes 2.5 millones de pesos junto con la movilización de casi medio centenar de paramédicos que atendieron 215 incidencias, un par de traslados hospitalarios, así como el despliegue de 2 mil 810 policías para labores de seguridad y tránsito en el Centro Histórico de la capital del país.

Todo ese descomunal esfuerzo gubernamental para que un sector del electorado, que de antemano tiene Morena en su bolsillo, sostenga que la candidata a la Presidencia de la República: “#EsClaudia”.

Era de esperarse que, en una sociedad meticulosamente polarizada desde el púlpito de cada Mañanera, la oportunidad de un concierto extremadamente popular diera pretexto para que la discriminación y el racismo acapararan las redes sociales en detrimento de la colocación, tan sólo 45 minutos después de haber finalizado el evento en el Zócalo, de murallas metálicas de 3 metros de altura que la secretaría de la Defensa Nacional montó, encadenó y soldó para recibir a 10 mil manifestantes.

No cabe duda que este país es presa de una retrogresión muy peculiar: hace 54 años, una vez más en Zócalo de la Ciudad de México, los universitarios —también a mediados se septiembre— por primera vez le arrebataron la plaza al régimen de Díaz Ordaz.

Por aquellos días nadie hacía conciertos frente a Palacio Nacional; por el contrario: era la plaza de los desfiles militares, de las concentraciones de los sectores populares oficialmente adscritos al PRI, del grito del presidente y de las ceremonias del sistema. La Plaza de la Constitución no era, ni por asomo, la marquesina de la protesta.

Medio siglo ha pasado desde entonces y una fracción de la oposición, no la miserable partidocracia nacional; la verdadera oposición al oficialismo gobernante fue recibida con vallas metálicas y un dispositivo de seguridad mayor al del mentado concierto del Grupo Firme.

Vergonzosamente hoy en México, como hace medio siglo, la Plaza de la Constitución se abre “de par en par” para las fiestas del régimen pero se amuralla para el ejercicio legítimo de la protesta.


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/CR

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