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La república de la protesta

La república de la protesta

Columnas miércoles 07 de agosto de 2024 - 23:43

Para nadie es un secreto que la protesta, derecho sustantivo del constitucionalismo democrático, ha perdido sus capacidades curativas. Hoy no transforma absolutamente nada, en todo caso sirve para montar un buen espectáculo que sucumbe al día siguiente en un mar de likes en redes sociales.

El contingente que marcha rumbo al Zócalo se ha convertido en una pieza de museo, reservada para corporaciones producto de rupturas sindicales de otro tiempo como la CNTE o redes cuasi delincuenciales de tráfico de influencia y extorsión como Antorcha Campesina o la misma 28 de octubre. En razón de lo anterior, los oprimidos y los indignados, bautizados durante este sexenio como “el pueblo bueno y sabio”, a falta del coraje y la solidaridad necesarios para emprender acciones de resistencia organizada, han tenido que reinventar los mecanismos tradicionales de la protesta.

En la recta final de este sexenio el derecho legítimo a la manifestación ha sufrido una metamorfosis significativa, se está convertido en un secuestro masivo en las principales autopistas de México. ¿Qué necesidad de movilizar a los indignados a las puertas de las dependencias, las únicas que pueden aliviar sus daños y perjuicios, cuando a unos pasos de sus ejidos, pueblos o rancherías, impunemente pueden retener parroquianos bloqueando carreteras por un lapso de tiempo indeterminado?

Todo esto viene a cuento porque pobladores ilustres de Santa Rita Tlahuapan, durante más de 24 horas –al corte de esta edición-, bloquearon ambos sentidos de la Autopista México-Puebla, a la altura del kilómetro 70, en virtud de que exigen la indemnización de las tierras que les fueron expropiadas para la construcción de esa misma vialidad hace más de medio siglo.

Los agraviados dicen que no liberarán la autopista «hasta que tengan en firmas las fechas de pago del dinero que se les adeuda”. No cabe duda que la ignorancia jurídica es tan enternecedora como atrevida, o simplemente sospechosa “la mano peluda” que los incita. Como quiera que sea los transportistas, y uno que otro automovilista que se rehúsa a escapar por las tierras de cultivo para no arriesgarse a terminar atascado en el camino, pernoctaron en espera de que alguien, en alguna dependencia gubernamental, se atreva a asumir los costos políticos de usar a la Guardia Nacional para hacer cumplir el orden constitucional.

No es la primera vez de los ejidatarios de Santa Rita Tlahuapan. El mes pasado incurrieron en otro secuestro masivo –los medios se empeñan en llamarle “bloqueo”- y no les funcionó. ¿Por qué creyeron que en esta ocasión, prolongando por más de 24 horas el cierre en ambos sentidos de la autopista y la carretera México-Puebla, encontrarán sus demandas satisfechas?

Me parece que hay formas mucho muy interesantes, infinitamente más peligrosas y efectivas de poner en jaque al gobierno, sin fregar al prójimo que nada les ha hecho para permanecer una tarde asándose en la cabina de un automóvil o durmiendo al amparo de las fogatas encendidas por hampones que, en ausencia de Estado de derecho, se convirtieron en amos y señores de la México-Puebla.

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/CR

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