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El sueño de que algún día el agua del Atoyac sea cristalina

El sueño de que algún día el agua del Atoyac sea cristalina

Puebla jueves 11 de junio de 2020 - 00:13

Las familias que viven cerca del río van perdiendo la esperanza de que algún día puedan meterse a nadar porque ahora todo lo que ven es agua negra y espuma tóxica.

Por Guadalupe Juárez

Ala orilla del río Atoyac, en donde Puebla y Tlaxcala colindan, hay quienes por años el único recuerdo que guardan del agua que corre en él es el del olor nauseabundo que desprende por las tardes debido a los químicos vertidos sobre ella y el dolor de cabeza que provoca el hedor en el aire hasta causar el vómito.

Socorro, por ejemplo, estuvo viviendo por 15 años frente al Atoyac en Villa Alta, en Tepetitla, Tlaxcala, justo detrás del Corredor Industrial Quetzalcóatl, y no olvida cómo ese olor, que no logra describir, le taladraba la cabeza al grado de no tolerar caminar cerca de él, sin que su cuerpo lo resienta.

“El río está completamente contaminado, hasta vienen a quemar basura, nosotros ya no podemos decir nada, vemos y callamos, porque luego hay represalias contra nosotros. El olor no sé de qué es, pero huele feo”.

Ella rentaba una casa que tuvo que abandonar para evitar el hedor que invadía el lugar, le hacía daño y se mudó a otro hogar lejos de las descargas tóxicas.

Apenas esboza una sonrisa cuando rescata de su memoria, lo que el río ya no es: un lugar donde hace décadas los niños de la región podían nadar o aprender a pescar en sus aguas cristalinas, cuando ella no necesitaba apresurar el paso para caminar al lado del Atoyac y podía disfrutarlo.

“Este río estaba bien limpio, hace cincuenta años, hasta nos metíamos a verlo, a jugar, el agua estaba limpiecita, pero mire ahorita, es de las fábricas”.

Ahora, esa imagen es borrada por la descarga de una sustancia negra que torna el agua sucia –que corre por debajo de un puente vehicular– en un tono aún más oscuro, y genera espuma que provoca que ardan los ojos a quienes se encuentren cerca. O por la basura que se acumula en la orilla entre llantas, parabrisas de automóviles, bolsas de plástico, botellas de refresco y platos desechables.

Pero aun con el hedor nauseabundo a cuestas y la picazón en los ojos, hay quienes han mantenido cerca del río una opción para sembrar maíz, hortalizas y alfalfa, y regar su siembra con el agua de diferentes colores del Atoyac.

Cruz camina entre las milpas de maíz que todavía no cosecha, corta la alfalfa que ha sembrado y regado con el agua contaminada, y dice que vivir cerca del río significa aguantar las tardes con el olor que les provoca dolor de cabeza y resignarse a utilizar ese líquido que le ocasiona un malestar para poder cosechar en tres meses.

Apenado, asegura que es para autoconsumo, aunque sus vecinos han dicho antes que comercializa lo que siembra en el mercado.

“El agua para regar la siembra la ocupamos del mismo río, no hay otra forma. De este lado ya no se produce verdura, pero más adelante también riegan la verdura con esta agua”.

Un estudio del investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Ernesto Mangas Ramírez, había relacionado los casos de niños enfermos de leucemia en esta comunidad que colinda con San Martín Texmelucan, con la cercanía del río Atoyac y los tóxicos que vertían industrias en la región.

Sin embargo, con el paso de los años sus habitantes han olvidado quiénes fallecieron por cáncer o si alguien más enfermó por estar cerca del río.

Pero no olvidan que la descarga que vierte un líquido negro en el Atoyac ha estado ahí por años a la vista de autoridades de los diferentes órdenes de gobierno, sin que nadie impida la contaminación del afluente que pocos recuerdan como cristalino e ideal para bañarse o nadar.

En Tepetitla, en 2013, se detectaron 26 casos de enfermedades gastrointestinales que requirieron atención médica y un gasto de 10 mil 77 pesos, entre consultas y medicamentos.

Pero Cruz –quien vive en el terreno cercano al río desde hace ocho años- tiene claro quién es el culpable de que el agua que pasa a menos de 50 metros de su casa esté contaminada. Para él, una fábrica textil es la que vierte por las noches –para evitar las inspecciones de las autoridades– sus desechos en el Atoyac.

Y son esos contaminantes que arrojan, lo que ocasiona que por las mañanas una nube blanca salga del río y la respiren él y su familia hasta ocasionarles nauseas que a veces evitan mojando un trapo y cubriendo su rostro para evitar el olor.

Es esa empresa y el resto de las industrias las que contaminan el agua que bebe el ganado de la zona.

“Los animales corren a tomarse el agua, porque luego viene roja, azul, ¡de colores! negra, imagine usted esas enfermedades que pueden tener”.

LO QUE EL RÍO FUE

Mientras riega el maíz que sembró afuera de su casa, Teodora, recuerda cómo hace décadas ella y los niños de esta comunidad disfrutaban de la Semana Santa en el río, cuando veían a los peces nadar en el agua clara. En ese entonces, las carcajadas de los menores resonaban, pero que ahora, la mayoría de los habitantes prohíbe a sus hijos acercarse al afluente que apesta y provoca dolor de cabeza. Ni siquiera los perros que recorren las milpas y las casas cercanas al Atoyac se meten al agua, tampoco buscan en la basura.

Las muertes de niños por cáncer han quedado sólo en la memoria de esta comunidad tlaxcalteca y dicen que ya no conocen a nadie que haya muerto por los químicos que hay en al agua del río.

Inclusive, a simple vista las fábricas que se encuentran cerca parecen no tener desagües o infraestructura cercana al río que pudiera hacer pensar que descargan en él sus desechos, aunque el color del agua los delata.

Leonor lleva 20 años viviendo frente al Atoyac y ha perdido la esperanza de que algún día el agua que corre en el río ya no esté contaminada, como le cuentan algunos de sus conocidos.

Ha visto pasar a autoridades, activistas y reporteros que la entrevistan, quienes registran la ubicación de las descargas de agua negra en el río, pero sin ningún cambio, porque se sigue permitiendo que lo contaminen.

“Dicen que hasta había pescaditos y eso, pero ahorita con esto, no creo que eso pase. Aquí lo que hay son descargas de agua negra”.

Aquí, entre los límites de Puebla y Tlaxcala, la esperanza de que un día el agua negra que corre el río sea cristalina, se agota.

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HG/CR

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