Por Guadalupe Juárez
Sí, Gabriela Rosas Salas es madre, pero también es activista, profesionista y una mujer que lucha para que tanto ella como las demás puedan vivir en un mundo donde no deban pelear a diario por sus derechos.
En entrevista con Diario ContraRéplica Puebla, lo primero que dice Gaby –como le llaman con cariño- es su apellido materno para hacer énfasis en no olvidar que hay una segunda persona que la crio y cuidó.
Tiene 49 años, estudió Administración Turística y una maestría en Economía, originaria de Ciudad de México, fundadora del Colectivo Mujeres por los Derechos al Cuidado y una Vida Libre de Violencia, y no teme en sostener que “ser madre no es lo mejor que le puede pasar a una mujer”.
Y explica el porqué de un sueño, el aspirar que, al menos en su círculo cercano, las mujeres se reconozcan como personas y no romantizar la maternidad, ver un mundo más allá de ser mamás, retomar sus sueños, los cuales les darán libertad y felicidad sin depender de sus hijos.
“Me sigue causando tristeza que en generaciones como la mía que todavía viven condicionadas por la culpa materna, y yo sueño con verlas más libres, siendo mamás, claro que sí, porque no digo que la maternidad sea negativa, pero ojalá las podamos ver más libres de decidir por ellas mismas y no sólo por sus hijos”, dice.
El inicio en el activismo
Hace 15 años llegó a Puebla, actualmente hace consultoría en políticas públicas sobre trabajos no remunerados que realizan las mujeres y cómo eso impacta en su vida, la desigualdad y la violencia.
Gaby explica que desde niñas las mujeres se dedican a cuidar de otras personas, lo cual las limita en el ejercicio de sus derechos, en sus decisiones y las condiciona.
Cuando estudiaba, cuenta, tenía muchos planes, sueños, que no tiene claro en qué momento dejó a un lado para dedicar toda su energía en sus hijos.
Darse cuenta de la violencia que vivió sucedió hasta que el daño era profundo, tras 10 años de relación. Gaby se desconoció, se preguntaba quién era, de dónde venía, a dónde iba, qué quería.
Tras la separación del padre de sus tres hijos, parecía que ella no tenía sueños, metas y un pensamiento se fijó en su cabeza: no era buena madre, ni buena esposa, ni hija, ni amiga, ni nada.
Al tomar terapia identificó la violencia que había vivido, las inseguridades que esta le causó y la dependencia en su relación.
“Yo no tenía una vida, o sea, sí tenía estudios, había tenido experiencia laboral, pero ya se había abandonado 10 años antes. Y en ese momento pues yo este como que no tenía una vida que fuera solo mía, algo mío, de mí nada más”.
Así, con el acercamiento a psicólogas y abogadas empezó a tejer redes y a involucrarse más en visibilizar los trabajos no remunerados.
Al separarse en 2015, hizo un convenio de pensión con su ex pareja, el cual empezó a incumplir y convertirse en un deudor alimentario, sin ver por sus infancias el padre de sus hijos trabajó en el equipo de mujeres en la política como la primera mujer en ser gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y la segunda alcaldesa en la capital Claudia Rivera Vivanco.