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Por Adis Urieta
Notistarz
Samuel Chari, el mestizo (waga oburale), recuerda cuando estuvo parado frente a la tumba de su abuela Ama-Sipu, amortajada con un saburete, la tela que cubre las caderas de las mujeres de la etnia guna en vida y su sudario el día de su tránsito a la otra existencia, según tradiciones de los dule de Panamá.
Ella, una indígena guna pura, a la que de cariño le decían Masipu, le había enseñado su lengua, la dulegaya, pese a que él era un nieto mestizo que ni siquiera tenía un parecido físico evidente con ella, ya que él es de color oscuro, alto y formido y le resaltan sus raíces africanas.
Como ejemplo de esas diferencias, una dali, la medida de brazos abiertos horizontalmente de un hombre guna, no podía ser aplicada a Samuel ya que él es mucho más alto que un hombre guna. Tampoco tenía el cabello lacio sino bilubilu, ensortijado, pero esos detalles a la abuela le eran indiferentes.
La abuela trabajó en una base militar norteamericana en el Canal de Panamá, allí conoció a un soldado americano de origen chino, con él que engendró a su padre y este se casó con una espectacular morena del pueblo de Pacora de la cual nació Samuel, un formado waga oburale, por su mezcla afro, entonces le identificaban como un waychichit.
Mientras depositaban el cuerpo de la abuela en la tierra, Samuel se unía a los cantos y oraciones con las cuales las dolientes mostraban respeto a Masipu quien le enseñó el mejor poema (gormaggedigar) de los dules, el amor y orgullo de su estirpe.
Luego procedieron a lanzar piraguas pequeñas al mar por medio de las cuales el alma de la abuela transitaba hacia otra forma de existencia, su sustancia regresaba a la naturaleza a la narmagged donde pertenece y se reencontraba con sus ancestros.
Recuerda con nostalgia Samuel, que él viajaba en las vacaciones al pueblo de la isla Corbisky en el archipiélago donde vivía la abuela, cuando salía de la escuela en la ciudad de Panamá.
Al principio los niños gunas de Corbisky no le aceptaban, les parecía una gaggana, falsedad, que fuera dule. Pero la abuela le enseñó a hablar bien, la cultura, a tal grado que le aceptaron.
En una ocasión cuando tenía 16 años, en una noche de fiesta de la Chicha, lo casaron. Testigos llamaron a la abuela quien alarmada salió corriendo e interrumpió la música ceremonial de las maracas (nasisi) y flautas (gamu purrui ) y evitó que se realizara la ceremonia de la Hamaca de los recién casados.
Mu-Sipu argumentó que su nieto aún era un, massibibbi, sabga, un niño. Y esa noche fue ella que les recordó, para sacarlo de ese matrimonio, que él que era un waga Oburale que no vivía en el pueblo. Ella le explicó que a él que le faltaba estudiar, vivir, era muy joven para formar hogar.
Samuel estaba orgulloso que le habían aceptado como uno más, aunque sabe que por mestizo para él está prohibido (ise ), tradiciones como participar de las danzas tradicionales Noga Gobbe, un ballet mágico con el que los dules se conectan con naturaleza.
Ella le recordaba que por él baila su gwag, su semilla y danza en él como el burwa, (el viento) sobre el mar llevándolo siempre de regreso a su pueblo Corbisky y esa será siempre la verdad que les tiene unidos y resuena más allá de la "margaya", la muerte.