El adiós a Alejandro y Edgar, estandartes de la lucha policial en Puebla. Crónica

Puebla domingo 02 de marzo de 2025 - 12:58

Por Guadalupe Juárez

Entrar al salón donde velan a Alejandro y Edgar es sentir el dolor de sus familias en el aire, un escalofrío recorre el cuerpo al escuchar los sollozos de una viuda, de una madre y de una hija en brazos de su mamá que no recordará vivo a su padre cuando crezca.

La mayoría de los asistentes visten sus uniformes de policía municipal, hay pocos con el luto y entre los deudos hay paramédicos con su uniforme, nadie ha dormido, llevan sus armas y sus chalecos antibalas, sus rostros siguen desencajados, hay furia en la mirada de algunos, otros sólo ven al vacío sin poder moverse.

Una voz lejana nombra a Alejandro Osorio Santillán y Edgar Jesús Popoca Gutiérrez, “¡presente!”, responden al unísono sus compañeros, quienes este domingo desde la funeraria aseguran que su muerte no será en vano.

Una de las viudas rompe en llanto frente al ataúd de los dos hombres, ambos tienen enfrente una fotografía de ellos con su uniforme, posando, frente a una bandera de México.

La mujer con lentes oscuros sollozando abraza con fuerza a su pequeña hija, quien no para de llorar a su vez, la acerca al ataúd para que se despida de su padre, pero al hacerlo vuelve a romper en llanto y prefiere dársela a alguien más, mientras la ceremonia continúa.

El salón se llena de aplausos de los policías hacia sus compañeros caídos, la escolta de mujeres policías coloca dos banderas sobre los ataúdes y un silencio aplastante inunda el lugar. Dos familias lloran la perdida inesperada de sus seres queridos.

A un costado de los arreglos florales y de los grupos uniformados, sin moverse, están el presidente municipal de Puebla, José Chedraui Budib, flanqueado por el secretario General de Gobierno, Francisco Rodríguez Álvarez y el titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), Fernando Rosales Solís. Los tres serios, con la mirada fija en los ataúdes.

“Estamos con ustedes, esto no es en vano, nuestros compañeros hoy son símbolo de lucha, hoy ellos nos regalaron la valentía que necesitábamos todos nosotros, para luchar por nuestros derechos, para que nos ven como personas, somos irremplazables, no somos un número de control, en casa no nos van a volver a ver nuestra mamá, nuestra esposa, nuestros hijos. Sí somos diferentes, somos gente que queremos proteger, pero a nosotros ¿quién nos protege?”, dice una policía que ha tomado la palabra.

Las sirenas de las patrullas estacionadas sobre la 31 Oriente suenan a lo lejos, mientras los policías insisten en que el asesinato de los dos elementos no es en vano.

“Ellos viven más que nunca, no desistiremos, ya no más mancillar nuestro uniforme”, enuncia una de ellas al señalar que van a redignificar su profesión y exigir que se les vea como personas, hijos, padres y hermanos. “Ni un policía más”, agrega.

Una de las mujeres que acompaña a los dos oficiales asesinados rompe en llanto, “nos lo arrebataron, un cobarde nos lo quitó”, alcanza a gritar antes de otro periodo de silencio, en el que el dolor ajeno se siente en el aire y en momentos como propio.

Por grupos hacen guardia de honor junto a Alejandro y Edgar, entre ellos el edil y sus secretarios que esperan cinco minutos hasta cambiar de turno con alguien más.

Es domingo, otros se reúnen para disfrutar a sus familias, pero las de dos policías, a los que sus compañeros los toman como estandartes de su lucha, les dicen adiós.