Una conversación privada —filtrada por Claudia Rivera Vivanco a Rodolfo Ruiz, durante la pasada visita del presidente López Obrador a Puebla—, parece ser la clave para entender todo lo que estamos viendo desde la tarde de este miércoles: tres ex presidentes denunciados, y una decena de lagartijos y gente (que creíamos seria) corriendo como guajolotes sin cabeza.
—Andrés, ¿por qué no has metido a la cárcel a Peña Nieto? —le dijo el gobernador Barbosa al presidente en la mesa de desayuno.
—Miguel, tú lo debes saber mejor. Eres abogado…
—Pero si Peña y Calderón ya estuvieran en la cárcel no tendríamos encima al PRI y al PAN.
—Miguel, me extraña que me digas eso, porque tú sabes que eso es un asunto de leyes, tribunales, y no de voluntad presidencial. Hoy las cosas son diferentes.
Eso ocurrió en la tercera semana de junio.
Dos meses después, las palabras del gobernador parecen tener un sentido más profundo.
Algo es claro: el presidente se llevó en la cabeza esa pregunta y seguramente la cruzó con su gente de confianza.
Como buen hombre de poder, la maceró y la cocinó a fuego lento.
No hay engaño posible.
La denuncia de Emilio Lozoya Austin —y los personajes que fueron imputados— es una jugada genial del presidente.
Algo así como un manotazo en la mesa del poder.
No había dudas de quién mandaba, pero ahora hay más firmeza en los juicios.
No bastaba que Rosario Robles estuviera en prisión.
O Juan Collado.
Hacia falta un acto de poder brutal.
No hay, en la historia reciente de este país, un acto similar o que se le pueda asemejar.
Zedillo intentó hacerlo cuando metió a la cárcel a Raúl Salinas de Gortari, pero la casta siguió gozando de cabal salud.
Carlos Salinas hizo lo propio al enviar a prisión a la Quina.
Insuficiente.
La clase política siguió intocada.
¿Y qué decir de Díaz Serrano en el sexenio de Miguel de la Madrid?
Una mariposa que no hizo verano.
El manotazo de las últimas horas es —guardando las distancias— un golpe de mano que no se veía desde que Michael Corleone bautizó en la antigua catedral de San Patricio al hijo de Connie, su hermana incómoda.
Durante la ceremonia religiosa, los gatillos del nuevo Don Corleone mataron, uno a uno, a sus más feroces enemigos: el poderoso Barzini, el deslenguado Tattaglia, y los chicos del coro del clan: don Carmine Cuneo, Víctor Stracci, Moe Greene, Tessio y Carlo Rizzi.
(Este último: su traidor cuñado, era esposo de Connie).
Cuando el sacerdote le pregunta a Michael si renuncia a los placeres de Satanás —lo que incluye las frivolidades del mundo moderno—, sus sicarios matan a los arriba nombrados.
Moe Greene está en plena sesión de masaje cuando una bala atraviesa el lente izquierdo de sus anteojos.
Barzini cae bajo el fuego de un falso policía de tránsito.
Y hay otro más que muere en la alcoba de un hotel de paso en lo que podríamos llamar un auténtico coitus interruptus.
Como en esa célebre escena, la tarde de este miércoles, de un manotazo, empezaron a perder el sueño Salinas, Peña Nieto, Calderón, Videgaray, Meade, González Anaya, Cordero…
Y una panda de canallas: Anaya, Domínguez, Cabeza de Vaca, Vega Casillas, Lavalle y Penchyna, entre otros.
Ah, y la columnista #LadyChanel —conocida como Lourdes Mendoza—, quien también aparece en la denuncia de Lozoya Austin como #LadyColegiaturas.
Muchos de ellos corren hoy como guajolotes sin cabeza.
Lo único que les queda es la certeza de que uno de ellos viajó alguna vez en el Ferrari que usaba el presidente López Mateos cuando quería escapar de la migraña que terminó por desquiciarlo en los últimos años.
La Canalla Política. Cuando el Hipócrita Lector tenga en sus manos esta columna estará por iniciar la Charla Perversa con el gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien, como lo dije en La Quinta Exprés de hace unas horas, quedó a salvo de cualquier sospecha en el caso Lozoya, pues los célebres cien millones dólares que supuestamente había negociado se evaporaron como el Vic Vaporrub.
De ese señalamiento no quedó ni el rastro en la denuncia de hechos.
Sus contendientes ya se hacían del poder en Puebla si el gobernador resultaba involucrado en la citada denuncia de hechos.
Maximizar el tema de su hermano refleja muy bien su enanismo mental.
Malas noticias para ellos: mientras tendrán que cargar los ataúdes de los Calderón y los Anaya durante varios meses, el gobernador seguirá exhibiéndolos brutalmente.
Nota Bene: cuando empezaba a caer la tarde del miércoles, el olfato brutal de Nacho Juarez, jefe de Información de ContraRéplica Puebla, atrajo para sí y para nosotros el pdf de la denuncia de Lozoya Austin.
Gracias, querido Nacho, por ese olfato periodístico.