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Ser funcionaria en la primera elección judicial del país

Ser funcionaria en la primera elección judicial del país

Puebla lunes 02 de junio de 2025 - 13:23

Por Guadalupe Juárez

Por mis manos pasaron por unos segundos 25 de los votos que definirán el rumbo de quienes administran la justicia en el país.

Hace unos meses, por mi apellido paterno, Juárez, fui nombrada como primera Secretaria de la Mesa Directiva de la casilla básica 1110 en el Centro Histórico, instalada en la Clínica 2 del IMSS, a la cual tendrían que haber acudido por lo menos 219 vecinos que se encuentran en el padrón electoral de esta sección.

Pero la historia fue otra, apenas llegaron 25 personas y cinco de los que emitimos nuestro voto, fuimos funcionarios.

En las primeras tres horas de la jornada electoral del 1 de junio, sólo habían votado siete personas, todas adultos mayores. La mesa directiva se conformó desde las 7:30, cuando un escrutador no llegó a la cita y el suplente entró en su lugar para declarar abierta la casilla a las 8:00 en punto. Ningún elector se había formado.

La capacitadora me había advertido que la afluencia de votantes en esta casilla históricamente es poca, aunque los demás funcionarios que habían participado hace un año, calcularon que en la primera hora llevaban 20 votos y había gente formada desde los primeros minutos del día para emitir su voto.

Por ejemplo, me dijo uno de ellos que tenía en sus manos el padrón, hace un año un grupo de monjas habían ido a primera hora para elegir a sus representantes, pero esta vez sólo apareció una religiosa.

La mujer se abrumó al recibir las seis boletas en sus manos y quiso regresarlas, las extendió para que "alguien que sí le entendiera", las usara.

Uno de los funcionarios le explicó que sólo podía hacerlo al depositarla en la urna con la decisión que ella tomara.

La monja optó por elegir al azar, y al terminar y depositar sus votos, se limitó a decirnos "ya decidirá Dios".

En esta elección, el primero en emitir su voto, fue Jesús Manuel, que entró hasta las 8:38 horas, más de media hora después de que la presidenta declaró la apertura de la casilla.

"No sé por quién votar, pero ahorita veo", dijo muy sonriente. A los 28 minutos, después de depositar las seis boletas y que le pintarán su pulgar con tinta endeleble, agregó "yo ya cumplí".

Las boletas que tuve que contar una a una antes de que fueran usadas, se distinguían por colores, pero por primera vez sin ningún rostro, sólo nombres con siglas que indicaban cuál de los tres poderes los habían impulsado, reducidos a un número que también de manera inédita nosotros no contamos, y, por tanto, no supimos quién llevó la ventaja en la casilla.

Sin mamparas, los funcionarios podíamos ver a los votantes revisar varias veces sus boletas, preguntar cómo se tenía que votar o su sorpresa al ver que sólo había una urna, en la que no importaba que se mezclaran al depositarlas. Hubo quienes se tomaron el tiempo de googlear los nombres de las y los candidatos para emitir su voto.

Las pocas personas que se presentaron a ejercer su voto, intercambiaban una breve conversación con nosotros, algunos con reproches por haber organizado la elección de esta forma, otros por no conocer a todos los de la lista y algunos más porque querían votar, pero no eran parte de la sección y se les enviaba a las casillas donde tienen su dirección o a los foráneos a la casilla especial.

Algunos más nos preguntaban cómo identificaban de qué partido eran los que aspiraban a ser ministros, magistrados o jueces, porque así iba a hacer más fácil que votaran, pero los colores que encontraron en las papeletas no los ayudaron, ni siquiera las siglas de quienes los postularon.

Entre los que votaron, hubo una mujer que tardó más de una hora en elegir a sus candidatos, aunque --dijo-- llevaba su acordeón en una libreta, ya que compartió que junto a sus familiares investigó días antes para poder emitir su voto.

Un hombre con discapacidad motriz, pidió apoyarlo, el escrutador escribió por él en la boleta los números que iba eligiendo conforme "le latía".

La mayoría de los vecinos que acudieron a votar eran adultos mayores, la primera joven en acercarse me pidió casi con un susurro que le pintáramos su dedo índice con el tinte indeleble sin votar, le dije que no, que votara mejor, me respondió con una mueca y se fue.

Mi madre de 71 años, que acudió a la misma casilla, por días estuvo averiguando por quién tenía que votar y cómo, pero al llegar, volvió a pedir que le repitieran cuál era el procedimiento porque no sabía por dónde empezar con las seis boletas que le dieron, perdió por unos momentos los nombres de por quién había decidido votar entre la fila de opciones.

La Policía Municipal en este caso pasó en dos ocasiones a presentarse, a brindar el número directo del comandante y a explicar que una patrulla estaría al pendiente de nosotros por cualquier incidente, aunque en el transcurso de la jornada no fue necesario.

Nadie fue agresivo, algunos sólo se mostraron molestos con nosotros porque les dijimos que sólo podían votar los que estaban en lista nominal.

Una señora se presentó como observadora, la única que estuvo durante la jornada acreditada por el INE, pero sus reportes los enviaba a un número de otro estado, en donde le pedían tomarse selfies cada cierto tiempo en la casilla, ir preguntando cómo avanzaban las votaciones a través de llamadas telefónicas y por WhatsApp, todo por un pago del que se reservó el monto, pero que iba a recibir después de enviar un informe detallado de lo que sucedió.

La lluvia cayó casi a las 4:30 de la tarde, sin nadie votando en las urnas todavía. En medio de la precipitación, una electora llegó con sombrilla en mano para ejercer su voto, pidió una silla para poder hacerlo.

Tuvo que pasar casi una hora después para que la casilla volviera a tener afluencia, dos mujeres llegaron media hora antes de cerrar las votaciones, revisando el celular para ver si identificaban a alguien o intercambiando entre sí sugerencias para llenar sus boletas.

Alzando la voz, una de ellas recriminó que los participantes en las elecciones no hubieran hecho campaña como los candidatos comunes.

La otra dijo que votaba para "quitar a los corruptos" y como su madre decía: para que les toque robar a otros. Con ninguno de los que crucé palabra, hablamos de impartición de justicia, o que el país iba a cambiar después de su decisión, o en las víctimas de los delitos que buscan que no haya impunidad, ni siquiera de la delincuencia que acecha a la población.

Mis vecinos y compañeros de la Mesa Directiva eran optimistas, confiaban en que era necesario este ejercicio y que en próximos años mejorará si es que se tiene que repetir este tipo de elección.

Nosotros, los funcionarios, no supimos quién ganó, nuestro trabajo fue contar las boletas, una y otra vez, cada color de los seis paquetes tenían que coincidir en 25, el número de electores en el padrón que acudió a las urnas, el 11.4 por ciento de los que podían emitir su sufragio en esta casilla de la Clínica 2.

Foto: EsImagen

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HG/CR

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