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Ya no estoy aquí: el otro México profundo

Ya no estoy aquí: el otro México profundo

Columnas viernes 05 de junio de 2020 - 01:10

Ya no estoy aquí es el filme de Fernando Frías que ha hecho que los mexicanos miren una parte de su identidad que siempre se niegan a ver, pero allí está vigente y floreciendo.

Netflix lo hizo de nuevo. Nos tiene hablando de las producciones de su plataforma, pero esta vez no estamos abordando algún capítulo de Dark ni Stranger Things, sino de una excelente película que retrata el México profundo y que desnuda el racismo y el clasismo mexicanos en sus formas más puras de esta cruda realidad de la violencia estructural que nos tocó vivir.

Muchos retratos vemos en esta cinta, desde la vida en soledad que representa ser parte de la diáspora de inmigrantes que viven en Estados Unidos hasta llevarnos a los barrios de los jóvenes banda de la periferia de Monterrey.

Pocas veces hemos visto estos barrios enclavados en los altos de la ciudad más rica de México, y si Celso Piña nos dio una probadita de ese México donde se recrean identidades alternativas alrededor de la cumbia colombiana, de los ritmos y de los mecanismos de cohesión social a partir de las otras realidades.

El relato invisibilizador de México empieza en los canales oficiales de televisión, Televisa y Tv Azteca.

Aquí no veremos a las modelos rubias, ni a los modelos musculosos que en nada se parecen a los chavos banda proletarizados, ni a los reguetoneros o ni a los bailarines del sonidero de muchos barrios de la multifacética ciudad de Puebla, microcosmos de una nación que día a día nos lanza el grito de su multiculturalidad.

En esta película vamos a encontrarnos con jóvenes ataviados en vestimenta de cholos, que lo mismo podrían ser los jóvenes de las colonias más pobres, violentas de la ciudad de Puebla. Esas colonias que la élite de nuestra sociedad también se niega a visibilizar, y que únicamente y a donde corren los políticos a entregar despensas con la consigna “primero los pobres”, para luego olvidarlas.

Algunos esfuerzos existen por mantener ese reconocimiento pluricultural. Veo con agrado al colegio de Antropología Social de la BUAP que por más de 30 años ha conservado viva la tradición de la fiesta denominada “la Manliada”, en honor al antropólogo, Manlio Barbosa Cano, iniciador de una fiesta en la que los futuros intelectuales de este estado viven en la música las otras realidades nacionales.

Pocos son los esfuerzos que se hacen por visibilizar y reconocer esta diversidad de mundos alternos en un México de múltiples realidades.

Otro ejercicio de visibilización es el del antropólogo Ernesto Licona Valencia en sus estudios sobre las tribus y los espacios urbanos de los barrios bravos.

Espero que esta película llegue a las buenas conciencias de este clasista país y les recuerde a los políticos que su realidad no es la nuestra.

La clase política no puede venir a imponer sus buenas costumbres de lo que ellos consideran cultura.

Basta recordar el intento de “meter al aro” a estos jóvenes al prohibir los bailes sonideros, como si hubiera muchas alternativas de esparcimiento en “nuestras” (sí nuestras) zonas marginales, se detuvo el proyecto porque pocos días después Celso Piña falleció.

Todos nos sentimos orgullos de la cumbia colombiana (mexicana) que nace en lo profundo de nuestro país.

Gracias México por ser tan típicamente mexicano.

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/CR

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